Written by: ARTES MÚSICA

Immanuel Wilkins Quartet en el XXXV Festival de Jazz de Badajoz

Salón de actos de la RUCAB, 9 noviembre 2022

Immanuel Wilkins, saxo alto – Micah Thomas, piano – Rick Rosato, contrabajo –  Kweku Sumbry, batería

Con 24 años de edad, este nativo de Filadelfia y neoyorquino de adopción, es una de las nuevas estrellas del firmamento jazz que ha dejado su brillo en el Festival de Badajoz.

El mítico sello discográfico Blue Note nunca se equivoca a la hora de fichar músicos ya sean noveles o consagrados. Artistas como Miles Davis, Thelonious Monk, Sonny Rollins o John Coltrane grabaron obras maestras en sus inicios para este sello. Ahora le ha tocado el turno al joven saxofonista y compositor Immanuel Wilkins con dos discos aclamados por la crítica mundial: Omega (2020) y The 7th Hand (2022), ambos de escritura propia. También la prestigiosa revista Down Beat lo ha bendecido este 2022 como «estrella en progreso» del saxo alto.

El cuarteto inauguró el XXXV Festival de Jazz de Badajoz  presentándonos las composiciones de su último disco a modo de suite con 7 movimientos entrelazados. En la música que nos ofreció se podían oír reminiscencias de Ornette Coleman y sus innovaciones revolucionarias en el ámbito del Free Jazz y, sobre todo, de John Coltrane en su periodo de vanguardia y espiritualidad, se nota que este chico, pese a su juventud, tiene bien asimilado el lenguaje de sus ancestros saxofonistas a través del Gospel de iglesia con el que se inició en la adolescencia en su Filadelfia natal, donde también nació Coltrane.

Un grupo muy bien ensamblado, joven como el líder pero con una madurez musical que se sale de lo habitual, en el que destaca el pianista Micah Thomas, 25 añitos y álter ego de Wilkins, que aunque aparentaba estar en la sombra tuvo sus momentos de gloria creando atmósferas explosivas y haciendo de catalizador del cuarteto, con una fluidez e independencia de manos que, a veces, parecía el gran McCoy Tyner el que estaba en las teclas.

En el tema «Lighthouse», por ejemplo, las notas del saxo eran lanzadas en cascada entrelazando frases a una velocidad vertiginosa, con un fuego interpretativo que nos quedó sin aliento. Después baladas como «Shadow» o «Witness», auténticas poesías sonoras cargadas de belleza y sensibilidad para descanso de nuestras mentes y disfrute de los oídos. Para finalizar el concierto vuelta a lo visceral con el tema «Lift», más de treinta minutos de discurso denso, profundo, emocional y libre, solo había que cerrar los ojos para sentir el espíritu de John Coltrane sobrevolando la sala y atravesando nuestros cuerpos, como en una ceremonia ritual y mística.

Wilkins concibe una música rotunda y sin concesiones que para una parte del público fue demasiado cerebral y vanguardista y no supo digerirla en su totalidad, pero para los amantes del jazz fue un soplo de aire fresco frente a la vulgaridad musical que nos rodea, música para desatascar los oídos. Jazz moderno en su máxima expresión, tanto a nivel compositivo como de ejecución. Tradición en transición, al fin y al cabo de eso ha tratado siempre el Jazz.

Con intérpretes de este calibre el Jazz se perpetúa y, además, sirve de alivio y esperanza a los enamorados de esta música que hemos asistido a una gran cantidad de desapariciones de leyendas en los últimos años, como si de una maldición se tratara.

Texto: Lorenzo Martínez

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