RICHARD BONA – ALFREDO RODRIGUEZ DUO. Teatro López de Ayala, 11 noviembre 2022
Richard Bona, voz y bajo eléctrico – Alfredo Rodríguez, voz y piano
El Camerunés Richard Bona cautivó a la escena mundial del jazz cuando se trasladó a New York en 1995 y se dio a conocer en innumerables jam sessions junto a grandes como Michael Brecker, Chick Corea, Branford Marsalis o Pat Metheny entre otros muchos. Su dominio del bajo eléctrico es, a menudo, comparado con el del gran Jaco Pastorius máximo exponente del instrumento.
El pianista cubano Alfredo Rodriguez, al igual que Richard Bona, fue un niño prodigio en su Habana natal interpretando a Mozart, Chopin o Stravinsky hasta que a los 12 años descubrió el famoso disco «The Köln Concert» del pianista Keith Jarrett y quedo fascinado por su música, desde ese momento supo que quería aprender y dedicarse al Jazz. Y así fue, tocó en multitud de festivales por todo el mundo hasta que en el Festival de Jazz de Montreux de 2006 fue descubierto por el productor musical Quincy Jones que se convirtió en su mentor hasta nuestros días. En 2009 trasladó su residencia a Estados Unidos.
Con esos antecedentes uno puede esperar lo máximo de esta pareja de virtuosos pero ya en el inicio hicieron su declaración de intenciones. Lo que podría haber sido una sesión de Jazz Afrocubano derivó en una sucesión de melodías tradicionales de Cuba y Africa. Un piano y un bajo que deberían hacernos levitar relegados a mero sostén de la dulce voz de Richard Bona.
Si el Jazz es la música de la sorpresa, este dúo nos sorprendió pero por la escasa presencia de Jazz, tal y como se entiende. Dos grandes instrumentistas enfrascados en la música folclórica popular cubana y camerunesa, cantando todo un arsenal de temas azucarados como “Ay Mama Inés (todos los negros tomamos café)”, “Raíces” o “Alfonsina y el Mar” con la que se despidieron, todo muy bien ejecutado sobre un lecho de plumas y aderezado con un sinfín de chistecitos por parte de Bona, pero sin apenas espacios para alguno de los elementos que definen y han hecho grande al Jazz como el swing, la improvisación, el fraseo o las armonías de blues. Y de eso estamos tratando, de un festival de Jazz.
Todos sabemos que cualquier música o canción, por sencilla que sea, es susceptible de ser jazzeada aplicándole ciertos arreglos y armonías, buenos ejemplos tenemos en «Mack the Knife», de la opera de Kurt Weill, que Louis Armstrong convirtió en estándar jazzistico o «My Favorite Things», del musical de Broadway «The Sound of Music», que John Coltrane inmortalizó para el Jazz. También Dexter Gordon o nuestro Tete Montoliu interpretaron «Bésame Mucho» transformándola en una balada sensual y delicada. Pero parece que Bona y Rodríguez prefieren ir por otro terreno.
Algo parecido ocurrió el pasado año con la actuación del dúo del pianista Gonzalo Rubalcaba y la vocalista Aymee Nuviola que en alguna ocasión, incluso, rozó la chabacanería. Conciertos cuya ubicación ideal es el WOMAD de Cáceres y no este Jazz Festival milagro que disfrutamos en Badajoz que con una trayectoria de más de 35 años y por el que han pasado músicos legendarios, que han escrito páginas gloriosas en la historia del Jazz, como Kenny Burrell, Joe Henderson, Steve Lacy, Nat Adderley, Jimmy Cobb o Ron Carter, se merece y se espera algo más que este tipo de música pseudo étnica, intranscendente, repetitiva y liviana, música para oídos fáciles y poco exigentes, perfecta para personas que pretenden que les gusta el Jazz. También hay que decir que una buena parte del público aplaudió con ganas y lo pasó bien, riendo las gracias de Bona y haciendo coritos con los músicos, pero el Jazz no es esto.
En fin, es solo la opinión del que suscribe.
Texto: Lorenzo Martínez | Fotos: Félix Méndez