La mirada original de un artista
Si una obra se refleja en los ojos del que mira un cuadro, la historia viaja, recorre todo el cuerpo y exhala toda su potencia, su alma, la carne vivida del artista. Alberto de los Ríos se convierte en ese paradigma. El autor extremeño cataliza su creatividad en rasgos que lo hacen reconocible nada más doblar la esquina de su cuadro. Trazando mapas visuales únicos, de los Ríos, convive, conversa y esboza arte desde sus entrañas, acaricia el paisaje, conversa con sus personajes, medita, suspira y cincela sus fábulas a golpe de trazo icónico y original.
Recorrido
Decía el escritor siciliano Leonardo Sciascia, que una gran obra de arte vive a través de una infinita variedad de puntos de vista y en diferentes y cambiantes niveles de comprensión: en el tiempo, en el espacio, de un individuo a otro, en las condiciones cambiantes en las que el mismo individuo se acerca a él. Una obra también puede vivir, en el aire, sin saberlo directamente.
La imaginación de Alberto de los Ríos realiza ese recorrido, con miles de puntos, con infinidad de materiales y una humilde comprensión de aquello que observa. Alberto conversa con los pliegues de su imaginario, captura detalles, absorbe los matices del entorno que le circunda. El artista charla sobre el lienzo, expresa con luz ese realismo mágico, que de los Ríos, convierte en costumbrismo contemporáneo. Su obra vive, sin saberlo directamente, en el aire, en la recreación de su propio hábitat.
La diversificación de su obra, en constante mudanza, siempre tiene un vórtice que lo hace potencialmente único: El anverso de la obra. Sus cuadros relatan, canturrean, suenan, vibran y huelen. Sus protagonistas cuentan, cantan, escarban con sonidos su estancia en el marco visual de Alberto de los Ríos. Su fuerza emana de la madera y los rotuladores acrílicos, el sustento de esta etapa actual del autor.
Academia
La formación supone para Alberto de los Ríos una pieza clave en su recorrido como artista. El contacto con generaciones de alumnos, suscitan al autor un continuo aprendizaje personal. Compartir sus conocimientos retroalimentan la manera de vislumbrar nuevas posibilidades con creadores nobeles, destellos que confieren una substancial característica educativa en el mundo de la cultura.
Frontera y mucho de Raia
Un plato de sardinas espera, lo harán toda la vida, las patatas y las cebollas bailan, alguien las querrá tocar, oler, añadir aceite, volverá una y mil veces al bar para pedirlas, para copiar el hambre de un cuadro manso, mundano, vital, de fronteras. El bebé duerme en un oleaje de sábanas, el mar de claroscuros mece el sueño de una cría, que porta sangre de escultura marmórea y venas de trementina. La espera se convierte en ojos de paparazzi, la soledad del anciano alimenta la obra del artista. Mesas, sillas, un silencio hondo y una puerta que deja entrar un hálito de vida en ese estudio inquebrantable, oscilante y colorido. Los ingredientes básicos que nutren a Alberto de los Ríos.
Pandemia, dolor y alegrías
Y construí tu rostro con adivinaciones del amor, construía tu rostro en los lejanos patios de la infancia. Albañil con vergüenza, yo me oculté del mundo para tallar tu imagen, para darte la voz, para poner dulzura en tu saliva. Cuántas veces temblé apenas si cubierto por la luz del verano mientras te describía por mi sangre. Versos del poeta argentino Juan Gelman que describen la trayectoria profesional de Alberto de los Ríos. Pandemia y rumores de nueva savia. Vivir en la frontera, sentir la frontera, cruzar la frontera para sobrevivir. Vivir del arte y sortear una pandemia que arrasa. El artista pacense sortea todo ese tumulto con doble esfuerzo, esbozando laberintos para cruzar la raia, esa línea imaginaria que hace desvanecer las dos culturas y se establece como un único diálogo. Una conversación que se trajina desde el trabajo, la pausa, la rabia y un peaje endémico, la del arte y sus maravillosas consecuencias.
Willy López | Fotografía. Félix Méndez
