La última vez que Ayanta Barilli ha estado en Badajoz ha sido con su padre, el escritor Fernando Sánchez Dragó, un día de Feria de San Juan. ¿El motivo? La reaparición de José Tomás a los ruedos. ¿El recuerdo de ese día? Calor, muchísimo calor y poco toreo. Con voz sedosa, ademanes elegantes y con un cierto aire a Juliette Binoche, la finalista del Premio Planeta, nos describe su último paso por esta ciudad de fronteras. Estamos a mediados de mayo y el sol también cae a plomo como aquel día de paseíllo y pasodoble de albero hirviendo. ¿El motivo? La presentación de su primer parto literario ¿El recuerdo de este día? Un mar violeta oscuro y muchos recuerdos atávicos en clave femenina.
De aquella época hippie de sus padres, unas cuevas en la India como nombre y recuerdos de calles judías de Roma como apellido, una amalgama indo mediterránea que de por sí ya evoca exotismo, fragilidad y bohemia a partes iguales. Ayanta es directa, necesita un par de minutos para que te diga sutilmente que nuestro magazine necesita otro nombre, quizá algo en italiano, quizá una toponimia del Punjab. Reímos.
Criada entre libros y fugas de colegio, la autora recibe una herencia de palabras en forma de diálogos y muchas cartas, el mapamundi de su novela. Un puzle que pieza a pieza ha construido para hablar en femenino, para aflorar aquello que postra como legado en forma de cuento. Ayanta abre sobres, y abre sobres, y con guantes, por eso de los ácaros, abre más sobres y más memoria sellada de madre a madre.
Nos confiesa que se divierte preguntando como trabaja cada escritor en su magazine cultural, de medio acertado nombre también, para ver el microcosmo de cada autor. En su caso el periodismo, la familia y los paseos por las ferias literarias, la obliga a una escritura de asceta, cinco de la mañana, ducha, traje de oficina y mucha cafeína. Ingredientes que adereza con fruta, té e inspiración en terrazas al aire libre, terrazas algo aisladas con vistas bonitas, aclara. Cuando se agobia del silencio busca desesperadamente el trajín de la cocina de su casa. Un mar violeta oscuro parte del último capítulo, un flashback infinito para cocinar su propio memento. Memoria y mucha complicidad. Un viaje al mar de una autora de largo recorrido.
Un mar violeta oscuro es la historia de una rebelión ante la amenaza del destino que a muchas mujeres le tocó vivir, estar sometidas a una época, pero ellas lucharon por ser felices y libres. Barilli recorre las vidas de Elvira, Ángela y Caterina. La primera se casó con Evaristo, un demonio que sembró el miedo y la locura. La segunda renunció a sí misma por un marido ausente. Y la tercera acabó enamorada de otro ser diabólico. Solamente Ayanta, última descendiente, se enfrentará a su destino.
La novela nace de la experiencia personal, a raíz de la muerte de un familiar se da cuenta de que no sabe nada de su familia y es a partir de ahí cuando empieza a investigar y siente la necesidad de contarlo, tiene ese vacío en la infancia que necesita llenar. Una caja de recuerdos, no solo de su madre, sino de su abuela y bisabuela, fue clave, el hilo conductor de la novela, las mujeres que le precedieron y sus vidas recogidas en cientos de papeles extendidos en una alfombra. Un año de lectura, apuntes y sin saber por dónde empezar; se sentó y empezó a escribir por el final, su último capítulo.
Willy López | Fotografía. Félix Méndez