En una sala enorme un señor sin nombre realiza ejercicios de estiramientos con los dedos antes de enfrentarse a una Hispano-Olivetti. Un sofá agoniza entre estampados estilo Mataró, una foto en blanco y ocre de una señora anciana de inicios de siglo XX preside virilmente con un bigotín de entreguerras lo que antes era su casa. El dueño actual decidió dejarla para evocar hastío y no recibir visitas a medianoche. El ruido de las teclas se acompasa, en estreno y primicia vecinal de ópera prima orquestal, con el formidable furor del papel carbón y cambio del rollo de cinta. Las manos tizón de tinta manchan el borrador de la primera versión escrita con la pluma afanada al padre en un descuido notarial en plena Zona Franca. Cientos de papeles por el suelo, los folios destinados a la dedicatoria y agradecimientos en el cuarto de baño. El señor sin nombre a cuatro patas buscando títulos. “Puños y besos”, “Tiros y besos», “Madre me marcho a la ONU de traductor”…suena la puerta.
– Pase, está siempre abierta. – Buenos días, soy Carmelo el Censor.- Diga,¿ Qué desea?. – Censurarle. – ¿Y eso? ¿Por lo de la puerta?. –No, nada de eso, por su novela, novedosa, estúpida y confusa, cambie el título y listo. -Gracias Carmelo por su gentil censura. -Para servirle, es mi trabajo.
El señor sin nombre se sienta delante de la máquina de escribir y teclea a golpe limpio, “La verdad sobre lo que quiso escribir Eduardo Mendoza”. Primera edición.
De esto hace cuarenta y cinco años, una dictadura, una transición, un golpe de Estado, un 12 a 1 a Malta, 54.349 viajes ida y vuelta a Almería sin parar a mear, algo más de 22.000 objetores de conciencia mili mediante, seis gobiernos democráticos y un círculo que se cierra 40 años después con Los soldados de Cataluña y uno de los mejores narradores que ha dado este país. Eduardo Mendoza.
Eduardo, viene a presentar “Los soldados de Cataluña”, realmente la primera novela que le publicaron con el nombre de “La verdad sobre del caso Savolta”…
Supone cerrar un círculo. Se trata de mi primera novela y ahora se cumplen cuarenta años de la publicación, que no de la escritura. La terminé de escribir hace cuarenta y cinco años. Lo que me interesa de esta obra es cómo el tiempo ha escrito sobre esta novela, ahora ni la novela ni yo tiene nada que ver con lo en su momento escribí y viví. El hecho de que una novela aguante este tiempo, al margen de las cualidades buenas o malas que pueda tener, es lo más interesante, ver su vigencia, analizar quién la escribió y quién la recibió, comprobar que dos generaciones la están están disfrutando ahora…o sufriendo …[ríe]…para mí, al menos, es un bonito motivo de reflexión y de encuentro porque las veces que me he enfrentado al público era gente joven, y cuando este libro se editó ni sus padres habían nacido, y ahí se encuentra el misterio de la lengua escrita, que pervive con el paso del tiempo.
“El libro es el mismo, pasen los años que pasen, pero para cada lector es una cosa completamente distinta”
Su manera irónica de trazar historias sobre temas duros y candentes lo hacen merecedor de ser releído infinidad de veces… ¿Cómo puede descargar esos cambios de registros en sus novelas?
Yo no tengo conciencia de cambiar de registro…[ríe]…escribo unas novelas más o menos ambiciosas, con una intención de cubrir una época y otras que son retratos al minuto, una foto instantánea de lo que está pasando ahora en la calle, y para eso utilizo otro lenguaje, que es la distancia que da el humor, el disparate, el esperpento, y no por ello me siento dos personas, no se trata de un caso del doctor Jekyll y mister Hyde.
¿Es su primera vez en Badajoz?
No había venido nunca oficialmente, estuve aquí hace muchísimos años y la verdad es que me he encontrado con otra ciudad, me ha sorprendido para bien, está estupenda. Estuve hace más de treinta años, en un viaje que recorrí toda esta zona y Portugal.
¿Qué supone para los autores una feria del libro?
Al principio debo confesar que me daba mucho reparo, tenía la idea, que muchos escritores dicen, y con razón, que todo lo que tienen que decir lo han escrito en esos libros que presentan y que están con la cabeza en la próxima obra…[ríe]…no tienen ninguna gana de hablar sobre sus novelas, pero luego he ido viendo que el contacto con los lectores, con lectores de edades diversas, de lugares y culturas muy distintas, en Japón, Rusia, Noruega…el libro es el mismo pero para cada uno es una cosa completamente distinta. Eso, en definitiva, es muy enriquecedor, y ahora creo que es imprescindible para un escritor, sobre todo para un escritor que tiene una cierta permanencia y continuidad en el mundo literario, encontrase con esos lectores que han leído sus obras hace muchos años o con gente que acaba de hacerlo. Te da una dimensión de ti mismo que de otra manera sería imposible rescatar.
“Yo siempre leo y releo la Biblia, no soy creyente pero me parece un libro extraordinario, de una riqueza y de un fondo inagotable”
Habla de lectores, usted lógicamente lo es, ¿Qué libro tiene entre manos?
En la maleta llevo revistas, no revista de corazón, de esas serías… [Ríe]…y que no me oigan en la Feria del Libro pero también siempre llevo un eBook para viajar porque es lo más cómodo. Tengo la costumbre de leer dos o tres libros a la vez, un libro de historia, una novela y ahora acabo de empezar una novela del noruego este que se llama Nausea…[Ríe]… (Karl Ove Knausgård), lo acabo de empezar y me daba pereza enfrentarme a un libro de este tipo de autores, pero mis hijos me han convencido como hacía mi padre con mis lecturas.
¿Qué libro está siempre presente en su vida cotidiana?
Yo siempre leo y releo la Biblia, no soy creyente pero me parece un libro extraordinario, de una riqueza y de un fondo inagotable. El Quijote lo llevo siempre encima, pero lo alterno con novelas policiacas bien cañeras…[Ríe]…hay que leer de todo como la comida, hay que probar de todo.
Hablando del humor de sus novelas… ¿Supongo que dependiendo de los países tendrá mayor o menor aceptación?
En algunos países funciona mejor y en otros peor, también eso es muy indicativo, los países que han pasado etapas muy raras y difíciles…éstos están acostumbrados a reírse de todo y reciben muy bien mis novelas. Los países más desarrollados lo reciben peor, o porque tienen su propio humor o porque esa manera más pícara de ver la vida no va con ellos, como Alemania, Francia, Inglaterra. Son los países cutres los que aceptan mejor mi obra…[Ríe].
¿Cuál es su mecanismo de trabajo, cómo prepara sus novelas?
Siempre es el mismo, consiste en empezar y echar para adelante con la idea inicial. Yo trabajo pocas horas, sentado delante del papel, escribo la primera versión a mano, con la pluma que robe a mi padre, porque me gusta luego tachar, ver la construcción, las tripas del libro…pero todo mi mecanismo de elaboración es rutinario, desde que empiezo a escribir un libro estoy a merced de él, voy por las calles viendo cosas, leo periódicos para empaparme de la realidad, las noticias de la televisión, el cine, todo eso va pasando por el filtro, procesador de la escritura…y a veces pues uno llega a cansarse mucho de estar todo el día con el libro a cuestas…pero si no es así, las novelas no saldrían.
Entrevista. Willy López | Fotografías. Félix Méndez