El jazz es aquello que acorrala tu sístole, la isquemia musical, que por segundos, noquea tus sentidos, los envuelve en una pátina de ritmos que digerir sin anestesia, un corte elegante y abrupto de bisturí, y tras colapsos emocionales, una liberación diastólica de notas esclavas sobre nuestro riego sanguíneo.
Esta sobredosis musical se experimenta en los conciertos de jazz, en los locales donde los músicos dan rienda suelta a la improvisación, en los conservatorios donde no se aprende a tocar a jazz, pero se asimila la jerarquía que este género posee. También se aprende a escuchar jazz en casa, saboreando el vinilo de un padre despistado que un día compró una carátula con un tipo tocando un metal plateado, lamentando no haber colocado antes el maldito disco de Parker sobre el plato del tocadiscos, intentando desglosar el respiro del trompetista, el lametazo de la lengüeta de la trompeta y el gorgojo que produce la aguja sobre el polvo del disco. El jazz se escucha en películas de jazz, en el cine negro, en películas de Woody Allen, de John Cassavetes, en El Viaje a ninguna parte de un Fernando Fernán Gómez quejicoso de los hermanos Lumière. El jazz se respira en el Village Vanguard neoyorquino, en el Caveau de La Huchette de París, en el bar de un pueblo extremeño y en las notas vacías de un contrabajista borracho del metro.
El jazz suena en el motor de un coche modelo Art Blakey, en los gemidos Chet Baker de tu vecina, en el taconeo John Coltrane de tres amigas sobre el adoquinado de una plaza, el jazz suena en el agua fría de tu ducha Miles Davis, en las notas del afilador de tu barrio, un señor anciano de maneras Sonny Rollins, en el primer llanto de un bebé en el materno Ella Fitzgerald.
Todo suena a esa música que produce adicción, se prueba poco eso sí, y para enganchar se necesita de público en otro de los sitios donde se experimenta el jazz, los festivales.
En Badajoz, el Festival Internacional ha sobrepasado las 30 ediciones, todo un logro si se analiza la poca metadona jazzística que se dispensa durante estos días. Hace años, que amantes de este género como Lorenzo Martínez y Emilio Jiménez, dieron luz verde a este festival, aficionados a esta locura musical que pusieron la primeria piedra para que artistas como Ron Carter, Jorge Pardo o Tom Harrell tocaran en la ciudad. Emilio Jiménez bromea diciendo que por entonces ellos serán unos jóvenes que traían a músicos mayores de jazz y ahora son los músicos los que gozan de menor edad.
El festival ha crecido, y Javier Alcántara y Pablo Romero son los jóvenes músicos que ahora asumen el testigo de hacer sonar jazz cada año, todo un riesgo y como decía Dave Brubeck el Jazz es sinónimo de libertad. Se supone que es la voz de la libertad: Salir e improvisar y tomar riesgos, y no seas un perfeccionista – lo dejo a los músicos clásicos. El saxofonista Steve Lacy va más allá diciendo que riesgo es el corazón del jazz. Cada nota que tocamos es un riesgo.
Ese mismo riesgo, el que marca el corazón, la pasión por este género, es el que destaca uno de los directores del festival pacense, Pablo Romero; del festival de jazz destacaría el eclecticismo de su programación, siempre valiente y a la vez comprometido con la tradición, sin perder su identidad jazzística.
En esa identidad jazzística los nombres de sus protagonistas son claves. Carteles llenos de jóvenes virtuosos y de leyendas vivas con ganas de repartir notas en cualquier escenario. Esa es la clave y Javier Alcántara, el otro director del festival destaca la calidad y la presencia de artistas de la región en ese aspecto; Este año a parte de calidad, que ha sido altísima una vez más, combinando lo mejor de jazz internacional con estrellas contemporáneas jóvenes y consagradas. Destacaría las formaciones extremeñas, por la calidad, la variedad con respecto al aspecto compositivo y de formaciones, y la cantidad. Cada vez hay más músicos extremeños tocando fuera y colaborando con grandes músicos de la escena jazzística internacional, como pudimos ver este año en el escenario del Teatro. A eso añadimos los recientes discos editados…Estoy muy feliz de ver la consagración de músicos extremeños…y ver la gran cantera que tenemos.
Uno de los participantes de ese elenco extremeño, el pianista Pedro Calero describe de esta manera su presencia en el XXIX Festival Internacional de Jazz de Badajoz; Ha estado muy bien y hemos podido disfrutar de grandes conciertos y grandes músicos de nivel internacional, pero destacaría la noche que por primera vez se le ha dedicado a los proyectos y grupos de jazz en Extremadura y en la que he tenido el placer de participar junto con mi trío y compartiendo escenario con los proyectos de Javier Alcántara y Enrique Tejado, fue una bonita noche y espero y deseo que se vuelva a repetir en las próximas ediciones con otras agrupaciones y músicos extremeños.
Pablo Romero también incide en este apartado; de la XXIX Festival Internacional de Jazz de Badajoz desataco el hecho de haber podido llevar al escenario del Teatro López de Ayala, un elenco representativo del jazz en Extremadura, sin haber descuidado nuestro compromiso, trayendo a las grandes figuras del jazz internacional actual
Javier del Barco, conductor de todo un emblema radiofónico, Ahora Jazz de Canal Extremadura y también batería de jazz hace una descripción más amplia de la inclusión extremeña en el cartel del festival como un crecimiento real del jazz regional, nos desgrana la situación de los músicos en la región y el reto que supone actuar en tu propia tierra; destacaría el paso cualitativo que este año ha dado el Festival en pro del Jazz hecho por extremeños. La inclusión de proyectos liderados o participados por músicos regionales por primera vez en la «programación principal» del Festival, (en el escenario del Teatro López de Ayala), supone un punto de inflexión en cuanto a la valoración del «jazz extremeño», tanto en lo que respecta al apartado de difusión de cara al público de las propuestas artísticas profesionales del jazz «de aquí» como en lo que supone en cuanto a valoración del jazzista regional como profesional de esta música, a su equiparación en tratamiento artístico y labora al resto de jazzistas nacionales e internacionales. Era algo que veníamos hablando desde hacía algunos años.
El paso finalmente se ha dado. Esperemos que esta idea, que este año se ha presentado bajo el nombre de «Noche de Jazz Extremeño» y que la inclusión de jazzistas regionales en el programa principal haya llegado para quedarse. Un festival, sea cual sea y de lo que sea, debe trascender la mera programación de propuestas en vivo y ha de servir también de motor y empuje para la creación de proyectos que posibiliten a los profesionales de la región nuevas vías de desarrollo artístico y profesional.
La falta de conocimiento y de valoración generalizada hacia esta música y músicos, más si cabe si se trata de locales, regionales o nacionales… la apenas presencia y apuesta por el jazz en la programación de música en vivo de Extremadura, las trabas y desequilibrios en cuanto a condiciones de trabajo, etc…no hacen sino dificultar y restar sobremanera no ya el crecimiento, el desarrollo y el hacer del jazzista extremeño a todos los niveles ( laboral, desarrollo y aprendizaje, conexiones con otros músicos y autores, etc..) sino también a los seguidores, aficionados a Música en términos generales y a fin de cuentas, a la propia cultura en Extremadura.
Que se garantice al menos una oportunidad así al año, no sólo es algo esencial y que cae ya por su propio peso (está perfectamente normalizado por ejemplo en el mundo del Teatro) sino que motivará e incentivará, como viene ocurriendo en el resto de Festivales que lo llevan haciendo desde hace décadas, el crecimiento y creación de proyectos artísticos nuevos, más potente, de mayor riqueza. A fin de cuentas, hará crecer cualitativa y cuantitativamente la escena jazz extremeña. El Festival ha dado el paso, ahora es turno del jazzista extremeño, de que responda al reto.
El Jazz llega a España básicamente desde Paris. El primer disco de Jazz fue grabado por la Original Dixieland Jazzband y está oficialmente disponible en España en el año 1920, unos 30 años después del surgimiento de este nuevo estilo movimiento musical en Estados Unidos. Duke Ellingnton, el mismo que dijo que el jazz siempre ha sido como el tipo de hombre que no te gustaría para tu hija y su banda pisó tierras europeas en el 1933, uno de los saltos más importantes que la música jazz realizaba con sus figuras presentes en los locales y teatros de la época.
De Nueva York a un puerto británico para tocar jazz. Lisboa tendría que esperar para recibir a estos artistas, una opción que barajaría en su posterior viaje en el 1939, pero que descartó por motivos políticos, la Guerra Civil española quizá hizo, que Duke Ellignton no llegase a Badajoz. Conjeturas de una etapa aún convulsa dentro del propio país americano, donde los vagones de trenes estaban separados para las personas blancas o negras. Ahora el jazz recibe a grandes músicos, sin reglas, nada de mirar la edad en el pasaporte y mucho menos por el color de la piel, sexo o credo. Ahí pervive la esencia del jazz, suena universalmente y basta.
En una pasada edición Lonnie Smith nos decía que era su obligación tocar para toda la gente del mundo, que le daba igual si no entendían el jazz, un universo para tocar, hacer música para homenajear al señor que le regaló su primer órgano, el dueño de la tienda de instrumentos donde trabajaba para poder vivir.
El jazz es una forma de expresión, cada momento del jazz es único y diferente según Terell Stafford. El trompetista que también pasó por Badajoz deja claro el momento único de jazz, la improvisación como arma genuina o como decía George Gershwin; La vida es mucho como jazz… es mejor cuando usted improvisa.
El contrabajista Enrique Tejado, tras su magnífico concierto en la última edición del Festival también definía el jazz desde el poder de la improvisación; El jazz para mí es una forma de vida y la improvisación en el jazz una forma de crear arte en un momento único y efímero.
Perico Sambeat, elegante y dulce en el trato nos comentaba antes de actuar con la Orquesta de Extremadura y Arturo Serra que el jazz es un lenguaje basado en cierta tradición. A mí no me vale la definición de que es una música basada en la improvisación encima de ciertos acordes que con libertad…no. El jazz tiene que tener acento, y el acento lo da la tradición.
Bruce Barth amigo de Perico Sambeat y asiduo a España hablaba de esencia en el jazz, la experiencia de los afroamericanos, el origen del swing y el blues, sin duda uno de mis mejores amantes musicales. Minutos escasos antes de salir al escenario del Teatro López de Ayala y con una sonrisa que ocupaba todo el camerino.
De fondo el rum rum del público y en las manos de Jorge Pardo su saxo, en la muñeca un rosario de madera y en sus ojos un fondo de sinceridad musical, de humildad personal; cuando sales al escenario, comienza una ceremonia de trasmutación que se hace efectiva para asimilar el trance del momento…da igual la tristeza o la alegría que lleves dentro…cuando comienzo a tocar…pummm…se olvida todo
Al hacer referencia a los casi 30 años de este festival fronterizo no podemos olvidarnos de un público, ese al que hacíamos mención al inicio, cada vez algo más joven (La secuela del jazz fue como una fiesta infantil asumida por los ancianos. F. Scott Fitzgeraldy) con mayores influencias como la música que nos presentó Seamus Blake; Tenemos que acudir a los clásicos para rendir cuentas, eran y serán nuestros maestros donde Led Zeppelin hace amigos con Coleman Hawkins.
Este tipo de eventos sirve para agrupar nuevas influencias, acercar a todos los públicos desde otros géneros, identificando a España como una cuna de inspiración, un espacio terrenal para activar las musas de la creatividad. Chano Domínguez hace esta valoración al respecto; Ten en cuenta que estamos en una tierra que no suele escuchar mucho esta música, la copla y el flamenco copan las radios y los conciertos, pero quizás, en un festival como este de Badajoz, con Chuchito Valdés, Carmen Souza, Jorge Pardo y yo se puede encontrar ese eslabón que une el flamenco con el jazz, el latin jazz. Pero te digo una cosa, y llevo tocando más de treinta años, la gente que se engancha al jazz se engancha para toda la vida, y poco a poco se van animando la gente, de todas las edades, sexos y creencias. La afición a este género ha crecido mucho en este país desde que yo empecé hasta ahora.
El gran trompeta Jeremy Pelt, que actuó en esta edición del 2016 iba más un poco más lejos y clasificaba al público europeo y norteamericano por sus ritmos culturales, sociales y laborales; La diferencia de timing entre el público europeo y el de mi país reside en el estilo de vida de cada uno, en España, aquí en Badajoz, se vive con más alegría, se puede percibir mejor los detalles, el los Estados Unidos el trabajo, el ritmo laboral lo acapara todo.
El otro saxofonista Rudresh Mahanthappa, que también dio un gran recital comentaba acreca del público extremeño; Estoy contento de la gira y de terminar en esta tierra, sonar en un escenario como este y hacerlo con el homenaje a Charlie Parker mucho más. Este tipo de giras cansa, y el público ha respondido muy bien. Se echa de menos a tu familia, te pierdes elecciones y otras costumbres de la vida personal de cada artista.
La receta está hecha desde hace un siglo, la evolución es un hecho. Suena el bastón electrónico del Doctor Lonnie Smith de 74 años, se expande el “ewi” de Seamus Blake de 46 años y martillean los 80 años del contrabajo de Ron Carter.
El jazz pasa, los jazzmen se hacen mayores, no se jubilan, fallecen cuando sus instrumentos dejan de sonar, los nuevos “whiplash” explotan en estos escenarios de provincias, maduran en los rincones del mundo, donde con el paso del tiempo, volverán agradecidos y con un cuarteto de lujo, saboreando lo que unos pocos pusieron en marcha el siglo pasado.
Clint Eastwood: Red Rodney, un trompetista amigo mío, me contó que Parker le dijo una vez: “Haz lo que yo te digo, pero nunca hagas lo que yo hago”
El técnico colocó con delicadeza el carrete marrón rojizo, una cinta de media pulgada, en la grabadora fabricada especialmente para reproducir cintas de archivo de tres pistas. Se detuvo un momento y me preguntó si estaba listo. (¿Listo? Llevaba semanas excitado esperando este momento.) Apretó el botón de «play».La cinta se escurrió por entre los cabezales y oí la voz de Miles Davis y de su productor, Irving Townsend, el sonido reconocible al instante de la trompeta de Miles, el tenor de John Coltrane, el alto de Cannonball Adderley, y a los otros músicos. Oí cómo ensayaban sus riffs armonizados y empecé a acostumbrarme al ritmo del proceso de grabación. Algunos técnicos que sabían que ese día íbamos a escuchar los másters se acercaron y se sentaron en una silla sin hacer ruido, o se quedaron de pie en un rincón escuchando.
Miles Davis y Kind of Blue. “La creación de una obra maestra”. Ashley Kahn
Reportaje / entrevistas Willy López Fotografía Félix Méndez Pako Pimienta