El simple control de un balón puede relatar la calidad del jugador. Un escueto gesto sobre la cancha de baloncesto puede suministrar las pistas suficientes sobre carácter de una jugadora. El primer plano de una película tiene la capacidad de servirnos como pleonasmo; tostón u obra maestra. El piloto de una serie de televisión marca la tendencia del resto de temporadas, si es que se ruedan. Cuando sientes los labios de tu pareja sabes, al primer contacto, si estamos ante un/a virtuoso/a del beso. Un acorde y zas, ese chico llegará lejos en la música. Un desgarro, un espontáneo tirititram tram tram y sabemos que esa cantaora tiene duende. Un corte sutil, con potencia, garra y solvencia nos descifra en segundos que estamos ante un pedazo de carnicero y seguramente que también ante un suculento chuletón. El primer párrafo de un libro vale para que una editorial estruje los derechos de autor del escritor. El mecanismo ortodoxo, mecánico, ese que pasa inadvertido dentro del coche, cambio de marchas, seda en las curvas y velocidad ajustada nos da la respuesta; excelente conductor y siete euros por el trayecto. Con un simple trazo, con lo que sea, carboncillo, paleta del ordenador, brocha o acuarela, sabemos si el pintor nos va a pedir mucho por su obra. Un gesto, una pose, un movimiento, una ademán, un silencio, una palabra, sin engolamientos, firme y a la vez sinuosa, un minuto sobre el escenario y sabremos si la obra es buena, los actores carne de teatro y el director un futuro dramaturgo de éxito. Con todos ustedes La Torre. Una obra escrita por Eugenio Amaya, interpretada por Quino Díez y Candido Gómez y dirigida por Jorge Moraga. Una obra que a simple vista, destila lo estrictamente necesario para corroborar que dará que hablar.
Jorge con La Torre das un salto enorme. Dirigir una obra de principio a fin. ¿Qué significa para ti este reto?
La dirección es algo me apasiona dentro del universo teatral. Cuando estaba con Eugenio Amaya, siempre me he podido permitir cualquier cosa, porque al final yo sólo ayudaba a dirigir, sabiendo que era Eugenio el que tenía tomar las decisiones. Pero de repente el que tomas las decisiones en La Torre soy yo…[Ríe]…ya sean para bien o para mal. Yo he tenido la suerte de caer en este equipo hace unos años, conocerlo bien, tanto el reparto como el equipo técnico-artístico, y me lo han hecho tan fácil que esa conexión ha provocado que los puntos de flaqueza personales hayan superado de manera sencilla…y es que el director sólo coordina el talento de la gente.
Tu recorrido, aún breve, es intenso. Tu trabajo es multidisciplinar, quizá un valor añadido pero también puede ser un componente peligroso a la hora de acaparar todo en dirección.
No lo veo como un problema. Vengo del audiovisual y recalo en teatro de una manera intrascendente, como un hobby, es más, siempre me he visto más cerca del cine que del teatro. Pero ese carácter íntimo de las artes escénicas termina devorándote sin remisión. Algo parecido me pasó con el dibujo, no dibujaba para nadie, sólo para pasar el rato y ahora realizo viñetas para medios de comunicación, he ilustrado cómics y un cortometraje. Con el teatro me ha pasado algo parecido, empecé poco a poco, como actor, luego me entró la vena de escribir, de adaptar alguna obra en el grupo de teatro de la Residencia Universitaria Hernán Cortés, y tras toparme con la dirección con Arán, el hobby se ha convertido en un empeño profesional más.
“El director sólo coordina el talento de la gente”
¿Cuándo se plantea el reto de dirigir esta obra? ¿Cuándo te ceden los trastos?
El momento es muy curioso, porque de entre los correos que nos mandábamos sobre la obra del Festival de Teatro de Mérida, Marco Aurelio, Eugenio Amaya me envío uno que me planteaba dirigir la obra que acababa de escribir, La Torre. Durante muchos días estuvimos viéndonos, conversando sobre esa obra y pensado que yo sólo iba ayudarlo a dirigir. Le dije que contara conmigo y Eugenio me iba contando todo acerca del nuevo proyecto hasta que un día me dijo acerca de la interpretación de los actores que eso dependía de mí, la toma de decisiones era mío. Fue cuando me di cuenta de la proposición de la dirección total del montaje. Me quedé sorprendido y agradecido por el depósito de confianza puesto en mí. Yo antes sólo había dirigido microteatros en Madrid. Desde el primer ensayo de Anomía, recordemos que con La Torre se cierra la trilogía sobre la burbuja inmobiliaria, Eugenio siempre me pidió opinión sobre lo que habíamos visto. Eso yo lo siempre lo he interpretado como una invitación a participar.
Quino Díez se ha puesto las lentillas y el traje para el ensayo, Cándido Gómez estrena polo para la última prueba con el director. El local de ensayo recrea el liviano decorado, troncos, fondo negro (en la obra una pantalla de fondo) y luces. Se sientan sobre los troncos y arriman sus opiniones sobre su trabajo a la grabadora.
Hablas del equipo, de aquellos que te han ayudado para llegar aquí. Ahora con este montaje te encuentras con dos actores, Quino Díez y Candi Gómez, con los que empezaste tu aventura teatral. ¿Cómo viras tu trabajo de dirección directa con ellos?
Jorge Moraga -Cuando ya los conocí en Anomía, hubo algo que ya ha marcado el trabajo con ellos. Algunas apreciaciones durante esa obra ya las asimilaban y recibían con…[Ríen]…resignación…siempre me sentía muy orgulloso por esto.
Candi Gómez – Nos dabas el coñazo todos los días, ya en el María Guerrero era así. Entraba todos los días en los camerinos para reforzar cualquier detalle, los treinta días así…[Ríen].
Quino Díez – Nosotros somos muy bien mandaos
Jorge Moraga – Esa confianza ayuda mucho. Eugenio vio la obra en el María Guerrero el primer día y el resto me las cedió. Yo veía las funciones y les daba las notas, las consensuaba con él, pero al final era yo quien gestionaba esa parte tan importante para el desarrollo de la obra.
A pesar de esa confianza debe dar un poco de miedo enfrentarse a una función con dos actores ya conocidos. ¿Qué mecanismos aplicáis para trabajos juntos?
Candi Gómez – Nos tenemos mucho respeto, porque sin ese respeto no hubiésemos sacado adelante ni un cuarto de la obra. Recuerdo el primer día que llegué un poco tarde y no me dejo tomar ni un café, me dijo que ya no me daba tiempo. Desde ese día marcó las líneas de trabajo, desde ese día se ganó el respeto.
Jorge Moraga – Más allá de eso, hay que recordar que nuestra relación es muy de familia. Eso hace que la confianza entre nosotros sea potente, estableciendo una manera de abordar esto que a mí me ha hecho muy cómodo el romper ese miedo a estos dos actores.
Candi Gómez- Hay dos cosas que me ha gustado mucho, como el texto era muy complicado, hemos ido estudiando tres páginas diarias para ir saboreando el texto con mayor claridad. Y después se ha reunido con nosotros solos, por separado. Hay elementos que uno no conocemos del otro, sólo lo sabremos cuando actuemos.
Quino Díez – Yo hago cosas que él no sabe. Jorge ha construido los personajes por separado como en un encuentro casual de la vida misma. Eso me confiere autoridad para ver al personaje de Candi desde otra perspectiva más real.
Tengo la sensación de que disfrutáis con este trabajo, tan ingrato en muchas ocasiones…
Quino Díez – Muchísimo, hasta nos echamos de menos. Jorge nos conoce muy bien, conoce nuestros registros y eso ayuda mucho. Te guía de manera magistral, me dice por dónde debo tirar y sabe cuándo estoy falseando al personaje para corregirlo a tiempo.
Candi Gómez – Y nos hemos reído mucho. Quiero decir con esto que cuando más valor tiene la risa es cuando no puedes reírte, cuando hay que trabajar sobre un tema serio. Eso da muestras de lo cómodo que hemos trabajado los personajes.
“Moraga ha construido los personajes por separado como en un encuentro casual de la vida misma”
Los dos personajes de La Torre no tienen nada que ver con los dos que interpretabais en Anomia y en Familia ¿O me equivoco?
Quino Díez – No te equivocas. Mi personaje es promotor inmobiliario con los problemas de todos los promotores inmobiliarios de este país y es un auténtico cabrón. Márquez es un tipo egoísta que sólo piensa en su beneficio y va buscando dar el último pelotazo porque están las cosas muy mal y tiene muchos pufos repartidos. Vivo del dinero que tengo escondido, un mal tipo, al menos al principio. ¿Difícil salvarlo?
Jorge Moraga – Hay muchos personajes de nuestra sociedad identificado con este personaje que interpreta Quino. Están en la barra de un bar cualquiera. Eso es lo que hace cercana esta obra.
Candi Gómez – Yo soy un pobre desgraciado, mis hermanos me han engañado toda la vida, estoy completamente arruinado, estoy divorciado, mi mujer me ha echado de casa y ahora vivo en un albergue. Así es Pérez. Los albergues han cambiado mucho, ya no son lo que eran, un apeadero de putas, yonkis e inmigrantes, allí ahora hay licenciados, economistas, abogados o maestros. Eso lo convierte en una lucha permanente con Márquez, donde todos son más inteligentes que él pero la vida le ha dado más palos incluso. Desgraciadamente hay mucha gente como la que interpreta Quino en el mundo.
Es por tanto La Torre, ¿Una edificación metafórica de la obra?
Jorge Moraga – La Torre nunca existe en la obra. Versa sobre algo que no existe, que desean que se construya para paliar sus precarias vidas pero no existe. Esa búsqueda, ese esperar a que vuelva la burbuja es un castillo en el aire que nunca va a parecer.
Quino Díez – Estamos esperando al del banco…[Ríen]…Pero nunca viene.
Jorge Moraga – Y aunque Pérez no salva a Márquez, ambos se necesitan. Con Pérez empatizas, es la parte débil aunque tiene su parte oscura. Hay que aclarar que ambos tiene muchos matices, no son o negro y blanco, eso hace tan atractiva y amplia esta obra. Márquez sin embargo muestra mucho más lo que realmente somos nosotros, puede acabar en el albergue. La pregunta que se plantea es ¿Hasta cuándo estamos dispuestos a llegar cuando está todo en juego?
La respuesta suponemos que se da en la obra, ¿Este reto de los dos retratos sociales que se dan en España supone un esfuerzo interpretativo extra?
Quino Díez – Esto es lo más difícil que he hecho en mi vida en el teatro, sin duda. Acabamos agotados. La tensión en grande y necesitamos de una dosis permanente de vigilancia para estar frescos la hora y media de función.
Candi Gómez – La Torre tiene mucho texto y además tiene muchos saltos y giros en los diálogos para mantener la línea de atención. Necesitamos estar muy concentrados.
Le comenté a Eugenio Amaya que la obra de Anomia, cuando se estrenó en Badajoz, con un montaje cercano, proporcionaba una sensación vigorosa y latente del teatro. Con La Torre me dio a entender que necesitaba espacio para crear la soledad de los personajes.
Candi Gómez – Esa fue una magnífica función. Aunque esta obra también puede representarse en espacios más pequeños. El agobio sería tremendo.
Actuar en Badajoz, en casa, con una obra dramática ¿Supone un sobreesfuerzo para poder desmaquillar a vuestros personajes en la vida real?
Candi Gómez – Dicen que los cómicos hacen muy bien las tragedias y los dramas, al revés no. Me da el mismo placer hacer ambas cosas, aunque si tuviera que ponerlo en una balanza como dice el texto me quedaría con la parte más humorística, la que a la gente le gusta en Badajoz. Pero si es verdad que me pongo algo más nervioso aquí que en Madrid.
Quino Gómez- Aquí saben que te van a juzgar en muchos más aspectos. Además cuando “juegas “ en casa las críticas son más directas…La obra está muy bien pero es un poco larga…[Ríen].
¿Está el teatro a punto de irse al “albergue” como los personajes de la obra o goza de buena salud?
Candi Gómez – El teatro está bajo mínimos y va a tardar en levantarse. Las salas alternativas están bien para actuar pero no da dinero. Las compañías están hechas una pena o han desaparecido. Yo estoy alternando con cinco obras a la vez para hacer un sueldo.
Jorge Moraga – Ahora es el momento de la lucha. Es el momento de poner todo el talento en escena y que el público haga que sobrevivan los mejores.
Candi Gómez- ¡En la lucha llevamos toda la vida! Yo he podido tirar la toalla, a punto de jubilarme pero como no he cotizado…[Ríen]…el trabajo ha sido tan precario que no podemos rendirnos. ¡Ni estando en cinco montajes!
Quino Díez- Solo con muy buena voluntad puedes avanzar en este teatro actual. Tres o cuatro textos en la cabeza para poder tirar para adelante.
Candi Gómez – Hay una película llamada La sombra del actor interpretada por Al Pacino, donde el actor tiene tanto personajes en la cabeza que confunde Otelo con Hamlet y Hamlet con Antígona…[Ríen]
“Cuando el espectador salga de la obra podrá entender el cartel. Es una metáfora”
¿Para presentar una obra da igual un escenario pequeño o el romano de Mérida?
Candi Gómez – El romano es la cumbre, esas piedras milenarias, esa acústica que no hace falta micrófonos. Quizá trabajar en Broadway.
Quino Díez. Si me dicen hacen unos años que tras reengancharme al teatro aquí en Extremadura iba a estar en el María Guerrero e iba a salir por la valva regia del Teatro Romano de Mérida no sé podría creer nadie.
El cartel de la Torre, es particular, creado por ti Jorge, mezclas el Duelo a garrotazos de Goya con una torre de pisos en un descampado ¿Qué significado tiene?
Jorge Moraga – Cuando el espectador salga de la obra podrá entender el cartel. Es una metáfora. Una especie de spoiler.
Para finalizar, Quino, Candi, Jorge ¿Qué definición podéis hacerme de teatro?
Quino Díez – Debería de ser un espejo para la sociedad pero no debería dejar de ser un divertimento también. El teatro en cada momento de la historia debe intentar enseñarle a la ciudadanía, ya lo hacían los griegos, como somos.
Cando Gómez – El teatro es una filosofía de vida, es una forma de vivir diferente y aunque suene muy duro decirlo mi vida no tendría sentido sin este arte. El teatro siempre tiene que ser de juzgado de guardia, hay que denunciar algo, sino no tiene sentido.
Jorge Moraga – El teatro es pasión, con lo bueno y con lo malo, que no hace estar vivos y nos ayuda a entender donde carajo estamos. Te ayuda a contar historias para ubicarnos a entender la vorágine donde vivimos.
Entrevista. Willy López | Fotografía. Félix Méndez