Geolocalizando al artista
Una esquina del mundo. Un trocito del Mediterráneo. Un pedazo de tierra y una línea imaginaria separando fronteras. De un lado la saudade del arte, del otro la sangre del artista. Hábitat gestado únicamente para bichos con alma de coraza, albero preparado para refregar el imaginario de un minotauro de este siglo.
El taller lanza ruido metálico, las maderas crujen, se retuercen en un amasijo de dedos ásperos y sensibles. El polvo delimita la visión, humo que deja entrever railes con forma de marcos y un armazón de molduras listas para zambullirse en su íntimo paisaje. La radio emite destellos de música, un tono vivo alimenta el ritmo con el que el cincel se apodera de la cartografía de un artista. Estamos en la capital de Melchor Balsera.
Volamos al universo Balsera. En ese cosmos tenemos que estar preparado para cualquier sorpresa, debemos estar en alerta para descubrir el trabajo del artista extremeño. Modigliani decía que para pintar, primero debía conocer el alma…sin ella, sin el alma, el interior de la obra de Melchor carece de sentido.
El alma de Balsera
Necesito imbuirme en el rostro, en la sombra que esconde cada persona para plasmarlo en mi trabajo nos comenta mientras distrae su mirada hacia la luz que entra por la ventana de su taller. El estudio se mimetiza con el autor, el color cobra diferentes matices ad libitum del artista, al ritmo de la paleta de Balsera. Llegar a trazar este estilo ha supuesto muchos años de perfeccionamiento, muchas horas buscando la fuerza que quería reflejar en mis cuadros, en mis esculturas, en mis bocetos. Reconocer mi propia obra ha sido el paso más gigante que he tenido que asumir como artista.
Los premios internacionales respaldan la obra del badajocense, lo instalan en el panorama artístico nacional e internacional actual pelo no jalonan su verdadero sentimiento. Los premios, los reconocimientos ayudan, ponen voz y forma a mi desarrollo profesional pero todo nace de mi esfuerzo y tesón por realizar una obra reconocible, punzante, personal, atractiva y potente, detalla Balsera.
Viajando con la creación
Seguimos viajando por el mundo de autor sureño, reconocemos poco a poco la tonalidad de un rostro femenino, una facciones que titubean con la luz y juguetean con las sombras. Vislumbramos matices fotográficos, guiños cinéfilos, párrafos de escritores malditos y poetas grecolatinos. Escribía Ovidio…Detesto el abrazo que no deja jadeantes a uno y otro, y ésta es la razón por la cual soy menos sensible al amor…No me gusta mostrar aquello que no siento, no me atrae desgastarme en amar lo que no me enamora…susurra Balsera mientras teje su obra.
Balsera nos habla de su lucha por estudiar Bellas Artes, su recorrido adquiriendo el conocimiento de los clásicos y el aprendizaje innato de sus contemporáneos. Habla de la dureza en el proceso creativo, de la capacidad de gestar arte desde las entrañas del mismo arte. La inspiración llega, pero el verdadero trabajo se ha gestado tras muchos días de ensayos, detalles que hacen que una pintura cobre la vida que los artistas queremos, necesitamos mostrar.
Vida y obra. Llanto y alarido
Estamos demasiado acostumbrados a ver gritos, a escuchar alaridos, a oler aromas ocres. En la impronta de Melchor Balsera la rutina se convierte en sutileza, en filigrana con sello de arte. Un valor añadido al que dedicarle tiempo. Terminar el suspiro de la mujer, preguntarnos por la lastimera cadencia del anciano, reconocer su dolor, adivinar su canción, saber por qué aúlla, contemplar la frase de una boca que solicita compasión en silencio.
Bajo estos parámetros construye Balsera una obra en continua evolución. Un repaso psicológico de la mirada cotidiana con visos de excelencia. Temple y rasgaduras en una creatividad con muchas dimensiones. Derrapes controlado de armonía neumática, un vigor lineal y progresivo patentado bajo la impronta personal de un autor en mayúsculas.
La obra de Balsera nos envuelve, nos sumerge en el destino de sus líneas, claras, misceláneas y concisas. Sus caras suspiran, sus rostros aúllan, gimen, sus caras nos roban el alma. Un hurto tipificado como obra de arte, el desfalco de la esencia humana es legal en manos del artista extremeño.
Necesito crear, manifestar, materializar toda la amalgama de sentimientos que llevo dentro, darle dimensión a lo intangible. De esta manera nos despide Melchor Balsera, nos abraza, tras cafés y horas de conversaciones y días de silencio, únicamente roto por los trazos metálicos de sus obras, que de manera milagrosa van cobrando vida. Ruido y una boca comienza a retorcerse, silencio y Balsera sueña. Dimensión a lo intangible.
Reporraje. Willy López | Fotografía. Félix Méndez