Mili Vizcaíno habita en el Savoy Ballroom de este lado del atlántico. Un universo musical neoyorquino del 1926 con filial en la raia hispano lusa. Desde esa sala, Mili flirtea con el swing, se deja seducir por el bossa y se engancha al jazz. Bajo los efectos de esa droga, baila, estudia, viaja y canta cruzando mundos.
Más allá de la avenida Lenox y las calles 140 y 141, la cartografía de Mili está trazada con un sextante genuino, particular, medido con un astrolabio de aromas endémicos, pintarrajeado con timidez sobre un pentagrama saudademente atrevido. Cada destino tatuado con una mota circular más en su rostro. Su primer respiro en Villanueva de la Serena, su primer viaje a Badajoz, plagiando con decoro el camino recorrido por Felipe Trigo. Mucha Extremadura y muchos recuerdos de niña, cinco hermanas y un patio de colegio donde se escondía la más profunda vergüenza de una niña pecosa dispuesta a susurrar una nana en verde blanco y negro. Un piano en casa, un Conservatorio en la ciudad y asaltos a garitos en conciertos clandestinos de público en búsqueda y captura. Salamanca para romper, escapar, sentir. Chet Baker con su trompeta y la señorita Vizcaíno con su guitarra. ¡Let´s get lost! Y al cruzar la frontera, Sarah Vaughan en la radio portuguesa, paradinha en Évora, jazz y fado. Último destino; India y Lisboa, unidos con imperdibles, para comerciar especias y canciones…su vieja figura como una enredadera, sus labios tan cálidos y dulces como el vino, sus mejillas tan suaves y cercanas de la mía, divina…El Savoy de Ella, Louis y Mili.
La primera pregunta es obligada Mili, ¿Cuándo te agarra la música desde sus entrañas?
Desde pequeña era una amante de la música, desde que tengo uso de razón cantaba. También recuerdo que el primer cameo con el canto fue el coro que se creó en la escuela donde estudié. Tenía a mi familia loca…[Ríe]…me pasaba todo el día cantando. El hecho de que mi hermana Maite tocara el piano clásico creo que me ayudó mucho. Fue a través de ella que pude escuchar Debussy, Turina o Chopin y fue una explosión de sensaciones musicales. Me acuerdo que saqué de oído la danza de la seducción de Joaquín Turina y eso fue lo que activó mi parte académica en el Conservatorio, aunque esperé un poco, hasta los doce años, para entrar porque quería experimentar antes de manera autodidacta…[Ríe]
…entraste en el Conservatorio con la fecha límite, ¿Pudiste rascar algo de tu intuición musical en esa época?
Cuando entré en el colegio, formé con dos amigas un grupo, Semper eadem, en referencia a un poema de las flores del mal de Baudelaire. Hacíamos conciertos, cantábamos en la calle, fue nuestra escuela musical, fue allí donde aprendí algo a tocar la guitarra. Por entonces escuchábamos Nirvana, Pearl Jam, Offspring y The Cranberries, me gustaba mucho este grupo, todo lo tocaba por Cranberries…[Ríe].
Al principio sería duro conectar con el público…
…la guitarra me ayudó mucho, a conectar con la gente y a vencer parte de mi timidez, al principio el piano representó una manera de encontrar un equilibrio emocional, una especie de introspección curativa que me abrió un mundo apasionante de música clásica. Más tarde la guitarra me dio la posibilidad de estar en un parque y compartir la música.
La calle te dio seguridad y tablas pero ¿Qué te aportó la parte académica del Conservatorio?
Los estudios del Conservatorio me dieron muchas cosas, lo primero que yo señalaría fue descubrir que existen otro tipo de sociedades, es decir, que te puedes encontrar otro tipo de espacios para aprender con una temprana edad, además del colegio, que no se rigen por las mismas reglas sociales. De repente descubres que hay niños pequeños que tienen una sensibilidad muy diferente.
La guitarra me ayudó mucho, a conectar con la gente y a vencer parte de mi timidez, al principio el piano representó una manera de encontrar un equilibrio emocional
Y creo que no has dejado de estar conectada con los más pequeños…
…es cierto, estoy estudiando un master de educación para niños. Es importantísimo el contacto desde edades tempranas, la conexión con la música y lo que aporta para su desarrollo, incluso desde el embarazo, hay estudios que avalan la relevancia de la música de esa etapa hasta los dieciocho primeros meses de vida. Las conexiones neuronales están es su punto máximo en el momento de nacer, y se estabiliza a los nueve años, de ahí la importancia de trabajar con niños desde muy pequeñitos.
En la Universidad compaginas los estudios de Historia del Arte y tus primeros bolos ¿qué te quedas de esa época?
Pues me dio libertad, mis primeras jam session, mis primeros planes entre actores, músicos y poetas…[Ríe]…pura universidad. Fue allí, sin darme cuenta que la música me absorbió de manera natural. Desde entonces empecé a malvivir de la música
¿Malvivir?
Sí, es duro, es muy inestable. Pero gracias a esa dureza, esos palos por el camino y los que quedan…[Ríe]…he descubierto muchos caminos diferentes, he podido hacer mil cosas para buscarme la vida. Mi base era muy inestable, no tenía la construcción de mi música aún ni imaginada.
¿Fue el jazz ese repunte, ese primer ladrillo de tu edificio musical?
Un amigo, Miguelito, fue el que me dijo que tenía voz cantar jazz, me regaló un disco de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. Desgasté el disco y sí, puede en ese momento aclarase algo mi carrera. Me enteré que había una escuela de jazz muy buena en Peñaranda de Bracamonte en Salamanca con gente muy potente y allí que me fui. Recuerdo que allí grabé mi primer disco con veintitrés años. Estudié armonía moderna y unos años más tarde hice la licenciatura de jazz en Évora y el master de jazz con Maria João en Lisboa. Estudiar el jazz te hace despertar el lado científico de la música.
Entre medias muchos conciertos y pequeñas giras para costear los estudios imaginamos…
…sí, muchos conciertos yo sola, y además conseguí el concurso de INJUVE nacional y latinoamericano del 2005 que me permitió experimentar con la música brasileña y poder hacer gira con Miguel Bosé.
Yo cada vez me siento más ligada a Extremadura y cada vez tengo más necesidad de tocarla, de estar con la familia de saborear todo lo que se hace musicalmente
Por tu polifacética voz y tu estilo ecléctico colaboras continuamente con infinidad de músicos, digamos que forma parte de tu mapa musical…
…me acuerdo mucho de un dúo que tuve con un artista chileno, Jaime Zamora, tocaba la guitarra, la flauta travesera y hacíamos los conciertos a dos voces. Me dio a conocer mucho repertorio latinoamericano, sobre todo de Cuba, Argentina y Chile. También tuve un grupo que se llamaba Ensemble Cañaveral, una formación que hacíamos música colombiana y venezolana, esos recuerdos siempre me vienen como uno de los mejores. Lo mejor en la música es sumergirse en ella, aprender de los demás y sacar las cosas de oídos, ser más orgánico.
Extremeña afincada en la maravillosa Lisboa…¿Cuál es tu conexión con la tierra?
Hace cuatro años que llevo en Lisboa, con un lapso de ocho meses en la India donde pude trabajar en la Universidad como profesora de canto y armonía, todo un reto. Extremadura es como la relación con tus padres, de pequeño los adoras, los mitificas, cuando llegas a la edad de adolescente descartas todo lo que ellos dicen y ya de mayor cuando pasas los treinta y tantos no queda otra que rendirte a la razón que tenían. Con la tierra pasa algo parecido, yo me fui de aquí en cierta medida huyendo un poco porque no me gustaba lo que veía y estando fuera es cuando cobra sentido la perspectiva y dimensión que tiene Extremadura. Los etnomusicólogos dicen que para investigar tu música debes conocer otras antes, con tu tierra pasa igual. Yo cada vez me siento más ligada a Extremadura y cada vez tengo más necesidad de tocarla, de estar con la familia de saborear todo lo que se hace musicalmente. Hay conexiones que no se pierden entre los músicos de Portugal y Extremadura, es algo muy lindo. Es muy bueno sentirse de un lugar y sentir su identidad. Creo que los últimos años ha avanzado mucho en el aspecto cultural, tenemos que valorarnos para seguir creciendo.
¿Qué te traes de la India?
Me sentía capacitada para dar clases de canto. Estuve cerca de Chennai, en medio del campo, con alumnos del país, un par de malayos, un japonés y un estadounidense,…fue toda una experiencia. Es una escuela con mucha reputación y venían de todo el país para aprender. La única en la India, donde podías aprender música occidental con músicos de todo el mundo y también podías aprender música carnática, la propia del sur de la India, y que tiene, la música carnática, una historia de cinco mil años. Me sirvió para cambiar mi tesis, que un principio estaba relacionada con la música callejera, y darle un giro con esta música fascinante.
Lo mejor en la música es sumergirse en ella, aprender de los demás y sacar las cosas de oídos, ser más orgánico
Dulce Pontes nos decía que hay que separar la canción portuguesa del fado, que había que hacer esa distinción previa para cantar bien fado. En España, en cambio, hacemos una mezcla de folklore
Eso es una ventaja que se comenta mucho en Portugal, la música flamenca se entremezcla con el pop o el rock y es un proceso natural, el fado nunca. Quizá sea una ventaja para los músicos españoles a la hora de abordar nuevos mercados internacionales.
¿Proyecto nuevo para unir Extremadura con Portugal?
Siempre proyectos nuevos…[Ríe]…ahora estoy centrada en uno con Rui Filipe, un proyecto que nació tras una pequeña colaboración con el grupo Caixa de Pandora, la idea es acoplar mi voz a ese trio, piano violín y violoncelo. Mezclar el punto cinematográfico y callejero de Caixa de Pandora con nuestras historias transfronterizas. Casi todo en portugués…[Ríe]…Rui es muy rápido y no me da tiempo a escribir a mí. Eso sí, intento y desde hace tiempo llevar el castúo e mis letras, siempre lo vi como algo desfasado, pero cuando vives fuera y percibes la importancia que las personas le dan a su riqueza cultural lingüística, te das cuentas de los cateta que he sido dejando de lado un dialecto tan potente. Hay mucha gente que está luchando para que no desaparezca. Eso es importante, muy importante.
Entrevista. Willy López | Fotografía. Félix Méndez