Verdadero, cierto, efectivo, acendrado, fiel, verídico, limpio, puro, genuino, indiscutible y autentico. Así es el jazz de Wallace Roney. Así lo define él, media sonrisa, mirada a su trompeta, coge aire y bum…una tonelada de voz rasgada y profunda sella un fraseo a lo Miles Davis…TRUE. Un eco en los camerinos y a otra cosa, que tengo que tocar, ya podéis desfilar, ahora escribes los que te dé la gana. Rebufos, retoques en la chaqueta y sopa castellana en un tupper para la cena. Minutos previos y una silla estoica aguantando el peso pesado de un tipo enorme, de lo mejorcito que podemos sentir en el jazz actual, un uppercut directo para nuestras cabezas.
Fuera le esperan niños, recién salidos de sus Berklee, Curtis o Juiliard School. Desde los diecinueve años en adelante, tocando como si llevaran desde las barrigas de sus madres sonando jazz a golpe de placenta. Un mundo muy diferente al que le tocó lidiar a Roney. Lleva solo seis meses con la joven banda, nos cuenta, y es un placer tener la seguridad que esté yo o no sobre el escenario lo van a hacer siempre bien.
Wallace Roney se salta la prueba de sonido, para eso ha luchado en las calles de Nueva York, para eso ha sobrevivido tocando en locales comerciales, vender su propia trompeta para pagarse la comida, ha dormido en casas de amigos para costearse la licencia de llevar un traje limpio a los conciertos. Se salta el protocolo de dejar grabado el fraseo de su trompeta para delirio de técnicos de sonido y amantes de lo cool. Viene a tocar MÚSICA, así nos lo cuenta, con dos golpes de voz que nos paraliza, la traducción será sencilla.
Al sentir las primeras notas del quinteto de Roney sentimos puro jazz, una banda con una frecuencia musical que abarca todo el teatro acogiendo las partituras con agradable gusto. Nos trasladamos al bebop de años atrás, de los grandes. Miles es un grande, una excelencia del jazz y la trompeta y fue mi mentor, una gran influencia que en parte ha hecho que yo pueda estar tocando hoy aquí. Soy el encargado de mantener el legado musical del jazz, Coltrane y Miles me dejaron su legado pero yo no tengo que perpetuar su trabajo, sí la música, sí el jazz.
El Blue Note de Nueva York como su residencia habitual, Ron Carter de invitado, ahora Clamores y Extremadura, una sala repleta de neones y un teatro que apuesta por un Festival de buen jazz año atrás año. Todo un honor tocar en España, susurra lacónico. Lo dejamos respirar, lo abandonamos un instante para que se empape de recuerdos. Un BYE aún más nostálgico nos finiquita la conversación. Es hora de escuchar música.
Todo suena de golpe, saxo, bajo, batería, piano y trompeta, suena en un equilibrio elegante y fino difícil de solapar. Emilio Modeste, saxo tenor, Oscar L. Williams II, piano, Paul Cuffari, contrabajo y Malick Koly, batería.
Cerramos los ojos y sentimos que Miles aún vive o como Davis decía…Les echaré de menos, pero Gil sigue estando vivo en mi recuerdo, como lo está Jimmy, como lo están Trane y Bud y Monk y Bird y Mingus y Red y Paul y Wynton y todo el resto de hijoputas geniales, como Philly Joe, que ya han desaparecido de este mundo. Todos.
Entrevista. Willy López | Fotografía. Félix Méndez