Érase una vez, unos Reyes Magos que venían desde Oriente para hacer felices a los niños.
LLegaron la tarde del 5 de enero de Badajoz a repartir felicidad entre la inocencia que podía respirarse por las calles de la ciudad.
Sus manos se llenaron de cartas repletas de deseos…
Trajeron con ellos a todos sus ayudantes, gracias a quienes logran llegar a las casas de todos los niños.
El atardecer era cada vez más frío pero los niños luchaban por conseguir sus caramelos.
Las carrozas avanzaban al son del Ocaso.
Y los caramelos seguían inundando las calles…
Después, los Reyes terminaron su recorrido y bajaron a la Plaza de San Francisco para despedirse los pequeños.
Y llegaron al templete de San Francisco, donde finalmente dieron su último discurso antes de empezar…
Y colorín colorado, este cuento no ha acabado, porque es infinito, una magia que ha estado, está y estará toda la vida.
Texto y fotos: Celia Rojas.