Escribía Julio Cortázar que tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego, supongo que te hizo gracia encontrar el dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a una casualidad o a un capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta de que era intencionado y entonces lo miraste despacio, incluso volviste más tarde para mirarlo de nuevo, tomando las precauciones de siempre: la calle en su momento más solitario, ningún carro celular en las esquinas próximas, acercarse con indiferencia y nunca mirar los graffiti de frente sino desde la otra acera o en diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al lado, yéndote enseguida.
El arte del grafiti, arremete en las elegantes y sonoras palabras del escritor argentino, con el dolor de una pareja anónima, un juego de trazos y formas, al que la ciudad desnuda acontece inerte ante sus ojos. Borrar el grafiti como recuerdo, una nostalgia que choca de lleno con el vandalismo icónico de destrozar esculturas o el intento de soterrar el arte ya creado con botes de pintura. Las ciudades son un grafiti ingente de formas y dibujos, pocos los ven, muchos los destrozan, ahí nace un arte tan antiguo como el homo antecesor de Atapuerca o Maltravieso.
Cuando en los años setenta las calles de barrios de Brooklyn o Bronx de Nueva York se empezaron a llenar de tags con el apodo y el número de la calle donde vivían como Coco 144, o Tracy 168, nadie pensaba que unas décadas después el fenómeno se iba a convertir en un lenguaje visual universal. Basquiat por entonces, Banksy ahora. Ambos artistas, ambos bichos de las calles. Ahora el graffiti, la pared antes sucia y abandonada es un espacio de arte, el barrio de la Ballarò de Palermo, Orgosolo en Cerdeña, los célebres murales de Derry y Belfast, lo que queda del muro de Berlín, el barrio Oeste de Salamanca, Coyoacán (Ciudad de México), LX Factory en el barrio de Alcántara de Lisboa…todo para dedicar un cuento a Tápies, el verdadero autor.
Ahora la ciudad de Badajoz se mueve en ese horizonte, cubrir paredes, rellenar espacios en obras o en desuso para aplicarle luz y vida, ya sea en color o en blanco y negro, ya sea un texto o un dibujo, una frase o una lengua rosa e infinita. Hace poco el artista extremeño Daniel Muñoz selló con su particular estilo una nueva forma de trasmitir arte en un museo, en este caso el MEIAC, la ‘Guía para un territorio reversible’ en pleno hormigón del museo de arte contemporáneo.
La RAE define al grafiti como una firma, texto o composición pictórica realizados generalmente sin autorización en lugares públicos, sobre una pared u otra superficie resistente. Los tiempos, académicamente hablando, han cambiado, y la autorización y sobre todo la compresión del ciudadano han ratificado la firma del artista urbano como arte en letras mayúsculas. Pasen, vean, dibujen y disfruten.
Willy López | Fotografía. Félix Méndez