Se explica en el libro Cuerpos en Movimiento: Antropología de y desde los cuerpos (Citro y Aschieri, 2012), que muchas personas por romper con la rutina, ejercitarse o mantenerse en buena salud “se ven llevadas a moverse” y que al practicar danzas de otras culturas se llevan a cabo procesos de traducción o resignificación corporales, que tienen importantes consecuencias en las personas que bailan. “Más allá del entretenimiento, se convierte también en un modo de ser y de estar en el mundo”.
Cerramos los ojos. Pies enraizados hasta el centro de la Tierra. Cuello de Jirafa. Cabeza en las nubes. Cualquier persona que haya asistido a una clase de Cristina Rosa sabe muy bien que esta es la posición de entrada a otra dimensión: dejar atrás lo que traemos de fuera para darnos a nosotras mismas el regalo de dejar hablar al cuerpo. Cada semana, más de 100 personas en siete grupos distintos y en tres ciudades diferentes comienzan de esta manera su clase de danza con la directora del Festival África en Danza que se ha llevado a cabo este fin de semana en la calurosa ciudad de Badajoz.
El viernes pasado en el Teatro López de Ayala, se presentó el broche de oro de su programación con el espectáculo “Retornos”, inspirado a partir de los poemas de Emily Roberts en su “Regalar el exilio”, que evoca el eterno conflicto entre el cambio y los sentimientos de pertenencia. Viajar te arranca una parte de ti y te devuelve otra, pero diferente. Irse y volver. Sentirse ajeno en su casa. Dice Emily en uno de sus poemas: “Aprendo con los dedos las paredes de mi casa. Tanteo a oscuras cómo pertenecer”. Este “retorno” a la ciudad natal, a volver a bailar sin mascarilla, a una normalidad que se adivina distinta, enmarca una apuesta emocionante y generosa por parte de su autora, que con ojos brillantes miraba con orgullo a cada una de sus alumnas.
De forma muy personal, Cristina Rosa pone en pie un espectáculo muy especial en el que se celebra el trabajo realizado durante todo el año. Difícil describir las emociones sentidas ayer en escena por todas ellas. Entre sonrisas, abrazos y miradas de complicidad, compartieron con un teatro lleno una forma “de estar en el mundo” más consciente, más amable, y mucho más alegre.
Texto: Blanca Siles | Fotos: Félix Méndez