El jueves lo tenía en el calendario en rojo, no en ese rojo festivo, si no en rojo marcador ese que indica que tienes cosas importantes que hacer. Me encontré con Juan Manuel en la iglesia de San Agustín aún con sus dolores y molestias pero embebido por el olor de las flores, el abrazo de los hermanos y hermanas y el de la gente que con curiosidad pasan por los templos viendo los preparativos de los pasos que se representarán esa tarde por las calles. Todo estaba terminado, apenas quedaba encender las velas y eso lo hacen poco antes de salir.
Expósito, casi de la mano me acerca hasta el 22 de la calle Luis de Morales, sede de la casa cofrade en el final de un terremoto de actividad, donde cada uno atento a su tarea ultima cada detalle, con emoción y nervios previos a la ceremonia.
Beatriz, hermana de Hernán, tiene 12 años y pertenece a la Banda de CCyTT Resucitado de Badajoz, ella es trompeta pero en ese momento está afanada desde muy temprano haciendo bocadillos.
A las 18:00h de vuelta en la cofradía se empiezan a agolpar costaleras, músicos, nazarenos y nazarenas, todas las personas pertenecientes al engranaje que hacen que esta máquina procesionaria y devota pueda a las 20:45h llevar a fin la sagrada ceremonia a la que dedican tanto tiempo de su vida.
Continúo agarrado a su mano, esta es la única acreditación válida para conocer “una forma de vida” a la que Hernán y Beatriz, sus nietos ya pertenecen y a la que Juan Manuel me invita.
“Cómo quisiera explicarte Padre,
desde lo más profundo de mi ser,
el sentido de mis palabras,
el beso de la brisa sobre la piel,
la mirada perdida en el horizonte,
mientras juego con las nubes y los montes.”
Juan Manuel Expósito
Texto y fotos: Félix Méndez
