Antes de que Anna Costa comience su infusión, un perro de 50 kilos, de nombre Manchego, hace las delicias de los insensatos que seguimos refugiándonos y citando a amigos en los bares. Cuando arribe al Café Pavón de Madrid, se fijará en Manchego y en una pegajosa y extraña risa que a lo lejos detendrá en más de una ocasión esta conversación. Tras pasar el Covid hace ya unos meses y aún con la resaca del éxito de Arde Madrid, la guionista, dramaturga y creadora recibe a Cultura OVERdose/ Badajoz para dar un largo repaso a la industria audiovisual pero sobre todo al papel de la mujer en él, sobre las que dice que han venido para quedarse: “no hay marcha atrás”.
“Se está abriendo un lenguaje nuevo, donde no se cuestiona que lo haya hecho una mujer, es bueno y punto y ahí es donde tenemos que ir las mujeres, donde está el talento, y que los temas femeninos estén porque es de cajón, es algo que ya no se puede cuestionar”, asegura. Inmersa en la adaptación de una novela de la que aún no puede dar detalles, rememora, con pocos pelos en la lengua, como fue el arranque de Arde Madrid -la “Catedral” de su carrera- y se queja de que las productoras le pusieran problemas para que la protagonista fuera una mujer: Ana Mari.
“Tuve muchísimos problemas con el tema de contenidos, no tanto con desarrollar lo que había que desarrollar, porque yo apostaba por unas cosas, quería contar cosas nuevas o no lo hacía, para mí no era opcional, no era una serie más sino una apuesta personal”, dice sin tapujos. Ana Mari, una integrante de la sección femenina franquista a la que le ofrecen infiltrarse como sirvienta en la casa madrileña de Ava Gardner en los años 60, se escandaliza y envidia a partes iguales la libertad que goza una actriz extranjera en la dictadura española. “No sólo desde el momento político que hay ahora, es que en el año 63 a Ana Mari no le hubiera tocado -infiltrarse- pero ella se atreve. Era una puesta personal porque yo quería ver ese carácter fuera de su tiempo, yo a estas alturas solo puedo ver las historias desde mí y desde mí no me puedo inventar que una mujer se enamore y se case y se deje engañar… era una cuestión casi de vida o muerte, o lo hago así o no lo hago y así fue”, recuerda.
Tuve muchísimos problemas con el tema de contenidos, no tanto con desarrollar lo que había que desarrollar, porque yo apostaba por unas cosas, quería contar cosas nuevas o no lo hacía, para mí no era opcional, no era una serie más sino una apuesta personal
Ana Mari no es ni de lejos la primera mujer de la ficción con la que Anna Costa se obsesiona –“para trabajar necesito tenerlo agarrado porque yo trabajo cuando se me va la pinza, cuando los personajes me hablan”-. Su versión teatral de Emilia Pardo Bazán obtuvo el reconocimiento unánime de crítica y público. “Con Emilia tuve una sorpresa muy grande porque sabía un poco de ella, pero no sabía hasta donde se había atrevido, que fue muchísimo”. Un personaje sobre el que profundizó sobre todo a través de sus cartas, a su juicio, “de lo que más se aprende”.
“De las cartas se aprende lo que más, yo he escrito mucho desde lo íntimo, cosas super íntimas que encuentras en una biografía, y tiras del hilo, la relación con los académicos, los artículos también, aunque los que ella escribió siempre tenían esta reivindicación, que es lo primero que se ve, pero no se la ve a ella. Lo que me gusta es cómo lo vive porque a partir de ahí puedes desarrollar algo artístico, porque su obra la conocemos todos, pero en las cartas se confiesa, otros le contestan… en lo íntimo siempre encuentro los tesoros”, comparte. Con Ava Gardner descubrió a una mujer que huyó de, en principio, el país más libre del mundo para refugiarse en una dictadura y ser realmente libre.
“Me fijé en Ava porque vivió en Madrid, me quedé sorprendida porque no sabía que había vivido tanto aquí, segundo porque era un tío, una tía con vida de tío, elegía a quien quería, se iba de los trabajos que quería… Hice muchas entrevistas con gente que la conoció y fueron unánimes en su carácter arrollador, hacía lo que le daba la gana, era muy autónoma, anormalmente autónoma sobre todo para ser estrella de Hollywood que estaban muy agarradas por la industria”, explica. Una diva que “para liberarse tuvo que venirse a una dictadura”: “¿qué te parece la paradoja? es brutal. Se vino a un sitio donde no había libertad de prensa para que no la siguiesen, un sitio donde los extranjeros no pagaban impuestos, y donde no había producciones audiovisuales entonces así si le apetecía se iba tres meses fuera a rodar algo. Se vino al paraíso, lo que para los españoles era un sitio horrible para ella fue un paraíso”, remata. Una actriz bendecida por una belleza aplastante, que que para Costa se convierte en “tormento” al no poder evitar la tentación de pensar que pudo comportarse como quiso “porque estaba buena”. “Emilia decía en una carta que claro, que si hubiera más agraciada… pensar que las mujeres tendríamos más lugar si fuéramos más guapas es muy triste”, reflexiona esta creadora que ya tiene su lugar más que conquistado en la industria.
Desde ese lugar analiza también la situación de los artistas españoles. Esos que durante los meses de confinamiento nos hicieron la vida un poco más entretenida a través de las múltiples plataformas audiovisuales que copan nuestras televisiones, pero que no reparten sus ganancias de manera muy equitativa. “Es muy difícil ser artistas en este país, porque a lo mejor haces un trabajo que te pagan bien y Hacienda se lleva la mitad y estás tres años esperando al siguiente proyecto, y cuando lo vas a arrancar no te queda un duro”, comparte sin pelos en la lengua. “Habría que tener mas empatía con el arte y lo que significa ser artistas, tienes que estar mucho tiempo haciendo un trabajo que nadie te paga, es tremendo porque todo el mundo tira de la ilusión hasta que te plantas en los 40 y dices ¿ahora qué? ¿sigo con la ilusión?”.
A pesar de ello y de todo lo que nos rodea, espera al futuro con calma y con ganas. Desde la Academia de Cine, donde es mentora, puede ver la generación que viene pisando fuerte y que trae “grandes novedades en cuanto a temáticas, perspectivas y talentos”. “Todo empieza a cambiar, el tema de la pandemia va a ser muy poderoso para dar enfoques nuevos, y para la gente que tiene visión de futuro. Ya ha traído cambios en la industria, las salas no sabemos si sobrevivirán, las plataformas están pidiendo una cantidad de contenido brutal y es momento de ofrecer temas”, asegura. Así, ve el vaso medio lleno y anima a los que comienzan: “tienen una oportunidad maravillosa, buenísima, es una generación muy puteada que les ha tocado momentos durísimos y desgraciadamente esos son los mejores momentos para la creatividad”. “Para el arte la pandemia traerá cosas muy buenas”, augura.
Las mismas que debería traer para las mujeres artistas, para devolverles al sitio que merecen y que a día de hoy, les siguen obstaculizando con demasiada frecuencia. Mujeres españolas que lucharon contra viento y marea y que a pesar de ello siempre propusieron algo nuevo a los espectadores. Mujeres como Pilar Miró, Gracia Querejeta, Iciar Bollaín, Isabel Coixet…según enumera Costa, de las que no se declara “absolutamente fan” pero en las que “siempre” vio “algo que no estaba en las películas masculinas” de su época.
“Ahora lo valoro mucho, decir que estas tías llevan 30 años peleando por pelis femeninas con mucha categoría y en contra de todo el mundo, porque eso si que era durísimo, en ellas siempre me he mirado porque sabiendo como era este país que aguantaran ahí tiene mucho mérito”, dice. Una lucha a veces silenciosa que ha pavimentado el camino de tantas otras mujeres, que aún hoy en día tienen que seguir batallando. Para Costa, el viaje es largo y las estrategias variadas.
Habría que tener mas empatía con el arte y lo que significa ser artistas, tienes que estar mucho tiempo haciendo un trabajo que nadie te paga, es tremendo porque todo el mundo tira de la ilusión hasta que te plantas en los 40 y dices ¿ahora qué? ¿sigo con la ilusión?
“En este país primero machacamos y luego ensalzamos”, dice sobre el caso de la actriz y directora Leticia Dolera, quien hace ya muchos años venía señalando la discriminación y los abusos hacia las mujeres en el mundo del cine y también sufrió represalias por ello. “Ella cogió un camino muy duro, yo no me atrevería porque para ser cabeza de turco tienes que tener mucha energía y a mí ese momento se me ha pasado, pero como se me ha pasado lo cojo desde dentro, yo ya lo tengo, las que vengan detrás de mí y me quieran tomar como ejemplo pues por mí encantada, pero yo ya no reivindico, lo hago”, zanja.
Tras más de una hora de conversación y una infusión sin terminar, el perro Manchego ya no está, ni está la risa escandalosa que se quedará clavada en la grabadora, entre la voz de Anna que no toma licencias, que por debajo de la mesa, sin enseñar los palos de su baraja, nos encandila con personajes que nunca antes habríamos visto en la pantalla. Anna Costa, que ensalza la historia de vida de la grandísima María Teresa León o la pionera Josefina Molina. Que dice que Gloria Fuertes se merece una serie, y quien sabe si será ella quien la escriba o las cientos que vendrán detrás, aupadas por su estela, a las que pide poco, pero sí que hablen “desde ellas siempre”. “Que confíen en que nuestra voz y nuestra mirada está bien, no hay que ser impostoras de otro género, no tenemos que contar otras cosas, hay que tener los ojos abiertos y confiar en esa mirada porque es muy interesante, y contarla, no debemos ocupar el lugar de ellos, ya no hay marcha atrás para eso”.
Entrevista. Macarena Soto Fotografía. Anna Costa / Movistar + / Teresa Arilla (Obra de teatro «Emilia»)