Written by: Cara a Cara

Un año de entrevistas | 2015 Cara a Cara

Me enviaron a cubrir un incendio. Llegué allí y resultó que no había tal incendio. Era una falsa alarma. No había noticia. Pero me fijé en una conversación de un par de vecinos. Uno estaba en una ventana y otro en otra. Y se explicaban lo sucedido y comentaban el jaleo montado. Tome unas notas y me fui a la redacción. Allí mi jefe ya había asumido que no había noticia. Pero yo le dije que esperara. Que podía montar una historia con aquello conversación. «Vale», me dijo. «Pero rápido». Quería leerla para saber si merecía la pena. Fue mi primera crónica en The New York Times.  Gay Talese

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Eduardo Mendoza

En una sala enorme un señor sin nombre realiza ejercicios de estiramientos con los dedos antes de enfrentarse a una Hispano-Olivetti. Un sofá agoniza entre estampados estilo Mataró, una foto en blanco y ocre de una señora anciana de inicios de siglo XX preside virilmente con un bigotín de entreguerras lo que antes era su casa. El dueño actual decidió dejarla para evocar hastío y no recibir visitas a medianoche. El ruido de las teclas se acompasa, en estreno y primicia vecinal de ópera prima orquestal, con el formidable furor del papel carbón y cambio del rollo de cinta. Las manos tizón de tinta manchan el borrador de la primera versión escrita con la pluma afanada al padre en un descuido notarial en plena Zona Franca. Cientos de papeles por el suelo, los folios destinados a la dedicatoria y agradecimientos en el cuarto de baño. El señor sin nombre a cuatro patas buscando títulos. “Puños y besos”, “Tiros y besos”, “Madre me marcho a la ONU de traductor”…suena la puerta.

– Pase, está siempre abierta. – Buenos días, soy Carmelo el Censor.- Diga,¿ Qué desea?. – Censurarle. – ¿Y eso? ¿Por lo de la puerta?. –No, nada de eso, por su  novela, novedosa, estúpida y confusa, cambie el título y listo. -Gracias Carmelo por su gentil censura. -Para servirle, es mi trabajo.

El señor sin nombre se sienta delante de la máquina de escribir y teclea a golpe limpio, “La verdad sobre lo que quiso escribir Eduardo Mendoza”. Primera edición.

De esto hace cuarenta y cinco años, una dictadura, una transición, un golpe de Estado, un 12 a 1 a Malta, 54.349 viajes ida y vuelta a Almería sin parar a mear, algo más de 22.000 objetores de conciencia mili mediante, seis gobiernos democráticos y un círculo que se cierra 40 años después con Los soldados de Cataluña y uno de los mejores narradores que ha dado este país.  Eduardo Mendoza.

«Yo siempre leo y releo la Biblia,  no soy creyente pero me parece un libro extraordinario, de una riqueza y de un fondo inagotable. El Quijote lo llevo siempre encima, pero lo alterno con novelas policíacas bien cañeras…[Ríe]…hay que leer de todo como la comida, hay que probar de todo»

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Gecko Turner

Corazón de Jesús. Dos perros canos enormes ladran desafiantes. Una cancela abierta que no logramos descifrar. Hace primavera. Hace para realizar una entrevista en medio del campo. Una bicicleta se acerca. Esperamos al pan del economato de la pedanía y al artista. Mientras, el piano se deja acariciar por el sol. Un libro de Obama discute con un disco de vinilo y un cenicero pide auxilio entre tanta colilla. Elegimos darnos un abrazo, una mesa de baldosines y un retén de historias del barrio donde crecieron sus patillas y su lujosa humildad. Elegimos no quitarnos las gafas  y reflejar en nuestros cristales a Juanita Smith, la versión reggae de Extremely Good y la primera guitarra fruto de muchos tomates de verano. Elegimos una foto de dos tipos periodistas en medio del campo del fútbol del Vivero y los abrigos “Lech Walesa” que los dos heredamos de esos señores que aparecen en la foto. Abrigos que nos arroparon en Londres, París o Nápoles y que ahora calientan la memoria y el recuerdo. Caballo en el horóscopo chino, Tauro por un día  y múltiples coincidencias que elegimos para presentar el último disco. That place, by the thing with the cool name…ese lugar, esa inspiración musical con nombre cool…ese Mississippi extremeño que se convierte en un lugar perfecto para descubrir que hay gente sin carnet de conducir con mucha clase. Gecko Turner.

«…Siempre digo que mi trabajo con la música es el equivalente en el mundo del cine de guionista, director y actor…y también y si me dejan…el encargado de elegir el casting… [Ríe]…sólo tengo que buscar un productor ejecutivo. De esta manera tengo pleno control de mi trabajo»

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Esther Merino

Han pasado años desde que una jovencita se presentara al casting de “Tienes talento”, uno de los primeros programas descubre- talentos que tanto furor han generado. Allí se encontraba ella, al margen de los que según sus padres, tutores y managers tenían un don. Un niño que embelesaba a toda una residencia de ancianos en La Vera con su gracia tipo Marcelino pan y vino, un humorista capaz de hacer llorar más que reír y un bailarín ninja con muchos campeonatos a sus espaldas. Han pasado años de ese encuentro, donde la única persona que deslumbró verdaderamente fue la joven cantaora Esther Merino. Ahora, con muchas tablas en su currículum y con el poso de la bulería, la seguidilla y el fado entre sus canciones, la artista extremeña presenta su nuevo disco, “Mil y una razones”, sin duda la mejor manera de demostrar, que en el flamenco tiene mucho futuro y talento.

«Lo importante es estar inspirado y con gente que disfrute del flamenco…con esos ingredientes es difícil que salgan mal las cosas…»

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Rafael Álvarez «El Brujo»

Se respira tranquilidad en los instantes previos a la obra de Teresa o el sol por dentro que Rafael Álvarez “El Brujo” interpretará en lo que otra época fue el huerto del Convento de San Benito. Alcántara es una localidad que ya posee versos del maestro entre sus muros, un pueblo que acoge al dramaturgo como un paisano más, le da cobijo y lo fija con pegamento en la maqueta imaginaria donde emergen en alzados majestuosos las dos bestias arquitectónicas, el puente romano y la presa. La otra bestia, el animal del teatro, El Brujo, nos concede una entrevista, nos cede el único hueco del que dispone, llega con muy poco tiempo para actuar, llega con ropa cómoda, de lino blanco, como un yogui made in Spain, con su anahata chakra en forma de teatro, una cajita de polvo de maquillaje, un cepillo, un peine y una foto de dos de sus hijos, los más pequeños, los que le exigen verbena a cada instante. Extremadura le ofrece un terreno donde descansar, una cercanía que le permite meditar, escribir para no fregar muchos platos, un lugar donde hacer reír como propósito, un sitio escondido lleno de magia para sus textos y sus interpretaciones llenas de soledad y rebosantes de personajes que pululan por las esquinas del escenario. Una foto, la última, tras la parsimoniosa e hipnótica voz del artista, una foto con el cúbito y el radio como trípode natural, una foto de uno que fue cómico a otro que lo sigue siendo. La luz descubre que no está solo con la carmelita, la luz, como aquella que sentía en el corazón Teresa, irradia un público con lágrimas en los ojos y agujetas en el abdomen, espectadores emocionados que acompañan en un aplauso místico la verdadera esencia del teatro.

«Los que vienen a verme hoy están aquí porque ya vieron a un hombre solo haciendo teatro encima de un escenario otros años»

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Jorge Pardo

Zapatillas de esas de suela con forma de mecedora, con chaqueta de combate, de muchos combates en escenarios de medio mundo, camisa violeta de lunares blancos, fular al cogote y parsimonia bohemia, muchos anillos con figuras de todo tipo que se atusa mientras habla, una especie de rosario de bolas de madera apretado bien fuerte a la muñeca, ojos claros, casi grises, con mirada eterna y parpadeos con ritmo de jazz, con el pelo sujeto a una trenza con aires de Lucia, con nostalgia flamenca. Fuera llueve, hace frío, y sólo dentro del teatro, donde chispean stardust y nostálgicos acordes se puede pasar la noche algo más caliente, sin la ayuda de un brasero, la flauta y el saxo obrarán la magia de encender el alma del jazz y hacer picón con flamenco. Jorge Pardo acaricia el saxo y viste de gala la travesera. Los organizadores del Festival, Javier y Pablo, llevan por dentro su jam session particular, porque saben que el músico tocará igual que hace unos días en París, en Nueva York o Lisboa. El camerino se cierra para nosotros, los instrumentos del maestro tienen que descansar. Sonidos de jazz por las tramoyas del López de Ayala.

«(Suspira mientras repara una lengüeta de su saxo)…Paco de Lucía es mi hermano mayor, me ha aportado desde cómo se pone una camisa, o cómo afinar una guitarra hasta las sutilezas más increíbles del flamenco como el fraseo, la armonía y el ritmo»

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Pilar Eyre

Una larga cola espera entre las casetas de libros y el pegajoso calor de primavera. Un chico de catorce años sujeta casi en suspensión “Mi color favorito es verte” entre sus dedos para no dejar huella en la portada. Un ciego sí deja que una cría de dos años deje huella en su perro guía, su macilento color es atusado con dulzura por las pequeñas palmas de sus manos, un braille con forma de animal. Una señora alcanza a la autora, nerviosa le da a firmar la novela de otro autor y enmienda el error con un daltonismo amoroso que hace sonreír a la siempre amable y elegante autora. Sólo queda un señor para la firma de su novela, un señor alto, rubio, periodista y con acento francés, un señor que lleva tres días esperando para hacer daño al corazón de Pilar Eyre y con el título de su novela escrito en una servilleta de papel, un señor capaz de sacar el lado más salvaje y visceral de la periodista a escasos minutos de su conferencia en la feria del libro. Cuando levanta la cabeza para recibir el libro y sellarlo con su dedicatoria, el personaje ha desaparecido. Ya no queda nadie para firmar su pasión.

«Quiero escribir como un tío, que no se note que soy una mujer, que los lectores no vean dedos de mujer en mis frases»

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Woody Allen

Capítulo uno. Él adoraba la Badajoz. La idolatraba de un modo desproporcionado. No, no mejor así…él la sentimentalizaba desmesuradamente…eso es…para él, sin importar la época del año, aquella seguía siendo una ciudad en blanco y negro…que latía a los acordes de las melodías del Porrina. No…volvamos a empezar

Capítulo uno. Él sentía demasiado románticamente el Casco Antiguo…vibraba con la agitación de las multitudes y del tráfico. Para él, Badajoz era bellas mujeres y hombres que estaban de vuelta de todo… No, tópico, demasiado tópico y superficial…hazlo más profundo.

Capítulo uno. Él adoraba la ciudad de Badajoz. Para él, era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. La misma falta de integridad que empuja a buscar las salidas fáciles convertían la ciudad de sus sueños en…no, no, parece un sermón…quiero decir que, en fin, tengo que reconocerlo, quiero vender libros.

Capítulo uno. Adoraba Badajoz… aunque para él, era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. Qué difícil era sobrevivir en una sociedad insensibilizada por la droga, la música estrepitosa, la televisión, la delincuencia, la basura…no, demasiado amargo…no quiero serlo.

Capítulo uno. Él era tan duro y romántico como la ciudad a la que amaba…tras sus gafas de montura negra se agazapa el vibrante poder sexual de un lince ibérico…!Esto me encanta¡…Badajoz era su ciudad…!Y siempre lo sería¡

Javier Krahe

Joaquín Sabina y Javier Krahe estuvieron hace años en la Pousada de Évora con un único objetivo: escribir una novela policiaca que les convirtiera en millonarios. Estuvieron tres días y soló pasaron de la primera frase. Se quedaron en un detective más bien desastre que vivía en el primer piso del Empire State y lo único que consiguieron fueron millones de risas.

Su viaje de vuelta, entre la humareda de cigarrillos y café portugués, se deshacía cruzando la frontera con Badajoz, ese sitio donde cada vez que viene uno de los cantantes se cuelga el cartel de No hay billetes, consuélese con escuchar las  satíricas canciones susurradas por Krahe de su cinta de cassette. Y en Badajoz, con su sobrina de fiel escudera, más concretamente en el CoC nos recibe el cantante. Medio abatido, como herido de guerra por la metralla del postureo político, apoyado a la romana tras una suculenta ingesta de letras juglarescas con sabor a  salbutamol y con pocas ganas de exhalar aire para responder asmáticas preguntas sobre su vida. Una vida marcada por su años canadienses, por las figura de Brassens,  Leonard Cohen, La Mandrágora , su remake de Cuervo Ingenuo, su Café Central, por la métrica de las olas gaditanas y sus ganas de no aburrir al público con el poder la gramática. Un chute de adrenalina capaz de hacer del asma una turuta carnavalera con canciones irrepetibles y repetitivas.

«Me encuentro muy cansado, y pienso descansar a fondo, en cuanto llegue el verano pienso desconectar por un buen tiempo, quizá un año entero sin hacer nada…espero vivir más de un año…»

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Atrio

«Hemos creado un sello culinario con un ingrediente básico; el trabajo y esfuerzo de cada día»

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Andrés Salado

Una vez leí una frase del cineasta Billy Wilder que me impresionó hondamente: ‘Si te sientes realmente feliz, deberías escribir una tragedia; si te sientes verdaderamente desgraciado, deberías escribir una comedia’. Estas fueron las palabras del escritor Paul Auster para explicar el principal motivo de su novela Brooklyn Follies, ese libro que narra la historia de un agente de seguros jubilado que regresa a su Brooklyn natal buscando un sitio tranquilo para morir.

Andrés Salado, en cambio ha comenzado con sus 31 años, su Extremadura Follies, una historia que aún no podemos transcribir bajo ningún parámetro de nuestro imaginario. Al igual que Nathan Glass, el protagonista de la novela de Auster, el director de la Orquesta Joven de Extremadura es capaz de transmitir energías y captar el alma de las personas que le rodean para hacer tangible algo tan concupiscente como la música.

De familia de músicos y creadores, Salado utiliza un lenguaje cercano, refleja una actitud alegre y potente, un porte de esta década para una de las profesiones más complejas desde hace siglos. De la mano del maestro Álvaro Albiach y los componentes de la OEX y la Orquesta Joven de Extremadura, el futuro de la próxima novela de música clásica tiene nombre y apellidos.

«El ensayo de esta mañana ya no existe, se queda en la conciencia de la gente, sólo la base en forma de partitura»

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Dulce Pontes 

«Yo no soy fadista, también canto fados»

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Vestusta Morla

Lo que te hace grande no consiste en subir un puerto sin agonía en el Tour de Francia, emulando sin una bicicleta entre las nalgas,  lo duro que supone gemir al respirar. Lo que te hace grande no es esperar en plena flama de verano que los pirómanos vomiten fósforos y de su fuego salgan mapas ennegrecidos, mapas con olor a chamusquina esperando un pequeño desastre animal. Lo que te hace grande, no es para nada, hacerte un héroe de otoño en pleno rastro, ni mucho menos, amotinarte en un cuartel de invierno  disfrazado de soldado en chanclas y con pistola de agua. Dosis de autocrítica para analizar lo que te hace grande;  1º No afanar besos  en cenas ajenas, 2º Tararear canciones con esa maldita dulzura que caracteriza a Pucho en salas de espera, 3º Sentirse hombre de hojalata cada vez que pises baldosas amarillas. Para todo lo anterior se necesita ser valiente, forrarse de kilómetros en furgoneta e incendiar tablas de surf con restos de la marea. Desquiciarse, durante ese viaje,  con las sonatas fantasmas de la radio del coche no te hacen grande, te convierten en el hombre de saco del distrito, el encargado de gritar ¡Alto! en la aduana que separa la nevera de la cocina con la tienda de discos de la calle Preciados, el encargado de despedazar la cuadratura del círculo y quedar sin vino tinto a todo Copenhague. Lo que te hace grande nace de los días raros, de aquello que surge de la boca de la tierra, del lodo de mugre que nos roza cada día, y que provoca que andemos a la deriva. Lo que te hace grande es escribir aquello que el público espera de ti, dar un verdadero golpe maestro con letras  que hagan merecer, al menos, que pasemos un día en el mundo.

«Somos un grupo de seis amigos que se expresan a través de la música, que se emocionan tocando juntos y que unos de sus mayores placeres es compartir esa emoción con gente y público»

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Isabel Vázquez

«A cosas que todavía no han cambiado de lo que vemos en Mad Men respecto a la mujer» 

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Ramón Fonstseré

Llueven barreños de agua tirados con mala leche desde las nubes negras que cubren por completo todo el distrito pacense. Saludamos a una de las piezas claves del teatro español actual, Ramón Fontseré. Le desgajamos de su sombrero otoñal y le birlamos  una mañana de esas de estar con un libro y un buen priorato en un cómodo sillón con vistas egregias desde su masía. A cambio le proponemos una entrevista con unas buenas fotos en el ambigú del Teatro López de Ayala con vistas a impertinentes preguntas. Acepta.

El actual director de Els Joglars nos hace de sedante periodístico, nos quita la jaqueca de la rutina del día a día y nos hace viajar de manera magistral al universo de su escenario, el analgésico de Fontseré.

Els Joglars asume otro riesgo. Siempre lo hacen. Este grupo español de teatro hecho por catalanes sube el telón con VIP, una obra rebosante de actualidad educacional. Asumen el mismo riesgo desde que montaron su primera obra, capaces de mandar al Quijote a algún lugar de Manhattan, de enfrentar a un toro y a un torero en un escenario o de chulearle a Dalí el protagonismo ante un Josep Pla omnívoro.

La grabadora recoge el sonido de la lluvia, el pasodoble que ensaya la Banda Municipal y los ecos en clave teledeum de Boadella. El rec recoge las palabras Ramón Fonstseré.

«El teatro, para que llegue, hay que aumentar el volumen. Hacer pensar y dudar es buena señal, en un síntoma de anti dogmatismo, anti borreguismo…te hace valorar una cosa y otra sin tener que aferrarte a una única idea»

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Lomnie Smith

«La música debe salir del alma»

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Sánchez Adalid

Villanovense, sacerdote, juez, conferenciante, apasionado de la letra minúscula de la historia, de la historia que se esconde entre legajos de bibliotecas perdidas,  de la historia que destila el ocre de los documentos que investiga, amante de Extremadura, de vocación misionera, una aventura que no pudo realizar pero que suple a través de sus novelas, que cimenta a través de su pasión por soplar los relatos de la gente anónima, de bucear en la vida de la pacense Lady Smith o uno de esos locos que quisieron desafiar el fin de la tierra y embarcarse en los viajes del descubrimiento de América como el paisano Diego de la Jara. Estamos hablando de Jesús Sánchez Adalid, el “decimotercer apóstol” de Belvís de Monroy, que tiene la buena fe de poner acento extremeño en todos los rincones del mundo que visita.

Y en esta ocasión aprovechamos su vista a Badajoz donde  Sánchez Adalid ha participado en el Aula Iberoamérica del CEXECI (El Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Iberoamérica) con una conferencia sobre la presencia de extremeños en el descubrimiento, colonización y evangelización de América.

“Extremeños en el Nuevo Mundo” y su fugaz paso nos ha dejado este corto pero interesante encuentro.

«Se han mezclado elementos bastardos como puede ser la leyenda negra de la colonización de América y hoy día a que recuperar la belleza y el romanticismo que tuvo todo aquel hito histórico»

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Inmaculate Fools

«Perderme por el norte de España para reencontrar mi arte»

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Celia Romero

20 años. Natural de Herrera del Duque. Estudiante de Educación Infantil. De rasgos moros con unos ojos repletos de sueños y soleás. De formas sureñas, con un deje extremeño y con un ritmo incesante capaz de llenar la conversación con palabras en almíbar .  Amante de la buena música y poseedora de un oído excelente. Con un disco en el mercado y otro en la tahona del estudio, a punto de cocer. Sencilla, alegre y algo tímida. La hija del Félix el del agua (trabaja en Aqualia),  hija de una guitarra y un tango extremeño, ganadora de la Lámpara Minera con 16 años. La representante del flamenco extremeño femenino en Nimes. La chica que le puso cante jondo al himno de la región. La mujer que hará enmudecer la frontera con su sedoso cante en el femenino Badasom 2015, y que compartirá escenario con Dulce Pontes, un flamenco con aroma de contrabando muy cercano al fandango de Pepe Marchena; – Eres bonita y eres serrana, por eso yo tanto te quiero; tú pa mí eres un lucero, que sale por la mañana; y eres la flor del romero. Celia Romero, el sonido femenino del cante extremeño.

«Siempre a que suene a flamenco yo me atrevería con cualquier cosa, sin perder el espíritu»

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Fernando Marías

En Bilbao un enorme ático se consume tras cien años de reinado de los Marías. La bombilla exhala su último rayo de luz, el secreter se amotina tras el último servicio ofrecido entre marcas de abrecartas y frases de novelas. La llave gira al lado contrario, para cerrar la mística del 12 de diciembre del 1912, a las 12 horas, para fechar el vínculo, aquel guión generacional que su abuela se cercioró de generar al abrir la puerta de una historia familiar. Marino mercante, con tormentas diurnas en alta mar, con viajes mágicos al Pagasarri, con ese señor que era su padre, su adversario, su enemigo dinástico, su escorbuto de mar adentro, esa persona que miraba sin ver en sus últimas y agónicas horas de vida.  Fernando Marias, desafiando al cine en el gris Bilbao de los 70 y 80, siendo uno más de los vaqueros de Peckinpah, un salvaje mimado, un hijo que ordenó que se fuera de la casa a su madre, nada más llegar su padre de dos años de travesía marítima, cumplió su promesa de rescatar el miedo mutuo y perderlo entre la nostalgia de La isla del padre. Y una foto en el fondo de un cajón de antigua casa, realizada por el nexo de unión, su madre, en blanco y negro, con dos figuras, una enorme y aguerrida y otra minúscula y batalladora, dos personas con miedo que tan magistralmente ha llevado a una novela Fernando Marías de manera autobiográfica.

«Para mí la pantalla de cine era una salvación, procuraba ir todos los días, me sumergía en la pantalla como Alicia en el país de la maravillas, y me quedaba fascinado viendo la película»

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Emilio Jiménez

Oliverio Toscani asegura que los fotógrafos actuales pasan demasiado tiempo hablando de técnica, que la tecnología es solo un medio. Según el fotógrafo italiano, famoso por sus trabajos para  Chanel, Valentino o Benetton, la nueva generación de fotógrafos  busca solo un deleite estético en la imagen, en lugar de retratar la realidad. Para este maestro de la imagen de la moda  “la fotografía debe tener una función social, debe mostrar la condición humana extrema; lo demás es solo una masturbación estética”.

Bajo esa premisa, y sin darse cuenta, trabaja el fotógrafo extremeño Emilio Jiménez. Su portafolio repleto de humildad y buen gusto se acerca mucho a la aparentemente simpleza de una buena foto. Detrás existe el alma, esa que refleja Salgado, existe fuerza, la que plasma Avedon, existe elegancia, la que Peter Lindbergh captura con sus septuagenarios dedos.

 Con su exposición “Anatomía natural, salvaje”, presentada en el Espacio Convento en Badajoz y ahora en el Centro Cultural “Santo Domingo” de la Fundación Caja Badajoz en Mérida, la imagen desnuda se convierte en una sombra tatuada con enorme clase.  Contornos en blanco y negro con un lenguaje propio, algo, esto último, que echábamos mucho de menos. Hablamos con él de fotografía, de moda, de los gurús de este arte y de las ganas de intentar vivir de una instantánea…o  al menos de intentar contar algo con pasión a través de una foto.

«La luz es todo, es la esencia de la fotografía, aunque volviendo al tema anterior, al igual que con el equipo técnico te obsesionas con la luz sucede igual. Estudiando a otros fotógrafos te preguntas cómo hacen algunas cosas, te piensas que han utilizado diez mil focos y demás y luego ves que no es así»

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Vinila Von Bismark

Nada de miradas hostiles…ni expresividad…al principio actúas como una buena chica, pero después de matar al hombre que encontráis en la cabaña, te vuelves mala…¿Sí? La primera mitad, buena chica…la segunda mitad, mala…Jacques Tourneur a Jane Greer sobre su interpretación en Retorno al Pasado…

…Estamos grabando Vinila, ahora eres mala, una femme fatale, eres la chica de los videos clips que rueda tu hermano…¿Ok? ¿Estás cómoda? Olvida esa foto de tu anterior visita a la Sala Aftasí…ahora eres mala…en el camerino se ha quedado Irene…esa chica de Granada que salió escopeteada…buscando ser el estribillo de Johnny Cash en un vodevil de sueños…¿Sí?…olvida lo que pasó hace horas…ahora eres Vinila Von Bismark y tienes menos años que la chica de ayer…eres burlesque…eres parafina de Rock’n’Roll… necesitas surfear en la frontera de tus tatuajes…necesitas esconder el cuerpo del delito en el maletero de Tarantino…colocarte la gafas de la Dietrich para la entrevista…pintarte los labios pin-up…necesitas vender tu corazón con Yaila de fondo…reservar tus rulos rubios entre mantillas de mujer piadosa…Vinila, antes buena…después de darle al rec de mi grabadora, chica mala…¿Ok?

«Vinila es la que hace el trabajo sucio, la que acude a las entrevistas, la que se sube  a los escenarios, un personaje creado…detrás está Irene, una chica un poco más tímida, una trabajadora constante…Vinila está aquí básicamente para realizar los sueños de Irene»

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Zenet

Los zenetes eran una tribu bereber que se instalaron en el sur de España, primero en Granada y posteriormente en Málaga. De ese pueblo magrebí nos quedan recuerdos, muchos sonidos árabes  y una abuela “boquerona” que le dio el nombre artístico al Chet Baker español, un crooner mitad actor mitad cantante que esconde en su sombrero borsalino un pasado duro, un presente elegante y un futuro con estilo. Zenet un tipo cercano, un padre de familia con un hijo de 10 años que da rienda suelta a su clase entre su discográfica el Volcán, sus investigaciones musicales y sus nostalgias en forma de conciertos únicos e irrepetibles. Zenet nos dejó en Badajoz una interpretación picassiana  aderezada con mares chinescos,  muchas calles y pocas explicaciones, una velada musical con enorme cool en el Centro de Ocio Contemporáneo, dentro del Jazziberia de este año.

«En cierto modo la cultura ahora es como una brizna de hierba entre dos adoquines…cuanto más la aprietas más fuerte sale»

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Pedro Sara

Un preso desafía duramente el objetivo. Su fondo es un regalo para su madre en forma de canción. No tiene pasta para flores.

Un tartamudo gaditano, canta por primera vez mientras que los parroquianos del bar le preguntan ¿Pero qué has cantao tartaja?

Asunción Balaguer tiñe su mirada con una nana. En sus arrugas toda una república, una guerra, una dictadura, un golpe de Estado y muchos gobiernos democráticos como comedias griegas.

Un niño del Kirguistán canturrea una canción popular con restos de pólvora entre las notas.

Una niña de una madre soltera de Tanger canta la tristeza de las estrictas leyes marroquíes. Una niña que no tiene derecho de existir porque carecen de apellidos. Canta pero su voz no existe

De fondo, gaviotas, olas, brisa, mar.

Pedro Sara. Periodista, cineasta y puzle de sus vivencias. Un rompecabezas hecho con instantáneas de su alma desnuda. Extremeño de todos los sitios y contador de historias.  Francotirador de historias enemigas, cargado de balas destinadas a personas que sufren la opresión de la injusticia de este mundo, personas invisibles…personas que miran, narran y respiran con un mar cuajado de susurros musicales.

«No me imaginaba nunca que fuera a exponer en mi tierra, supone una doble alegría que los familiares y amigos míos tengan acceso directo a mi obra…[Ríe]…Una pasada»

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Likle Mystic

Cuando Colón llegó a Xaymaca, que quiere decir, en lengua indígena “lugar del oro bendecido” se llevó la enorme decepción al descubrir que en la isla no había oro sino bauxita. Desde entonces la historia de la isla ha sido un lugar de luchas e intercambios de monedas de colonizadores, un sitio donde la pobreza se olvida con música y donde la pasión significa reggae. Cultura rasta, estilo rastafari y fe reggae. Likle Mystic es uno de ellos, un jamaicano de Kingston que se fugó de casa para ir a la Iglesia y que en medio del miedo insular fue rescatado por la enseñanza del sufrimiento, un estigma que saber portar en su sonrisa y que ha sabido ligar con el estilo roots de los caboverdianos y portugueses  Militanti Band (Ras Nanukah). Vida extrema que los chicos, con Javier Pulpo a la cabeza, de la comunidad Extremareggae han sabido acercar con dos conciertos en Cáceres y Badajoz. Un esfuerzo que poco a poco está teniendo sus frutos.

«Reggae es un manifiesto, es algo más que un estilo de música, es un sentimiento que se canta y se interioriza, también el reggae forma parte de mi país, es algo que se lleva dentro»

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Juan Margallo

Baja la escalera del destartalado hotel. Cada paso está cerciorado, corroborado y sujeto a leyes universales detalladas y publicadas por Bertolt Brecht en un diario sicalíptico del Berlín Este. Cada peldaño; un año de su vida, cada paso; una huella teatral sobre la moqueta negra, años atrás roja fascinante. Le salimos al encuentro, para que la bajada de la fonda asuma tintes de Everest, y el campamento base le permita tomar aire y descongelar los recuerdos de su cima. Paseamos, descafeinamos el café, hablamos de flemones dramatúrgicos, damos vida a las piedras de Antonio Juez, charlamos de nietos, comida, dictaduras y de las piernas de Calígula, las mismitas que le hicieron tilín a su Petra Martínez sin necesidad de morfina. Paseamos la vida real, que supera cualquier obra de teatro inimaginable, la paseamos sentados en un banco, la mandamos de paseo mientras saboreamos muchos puntos de sutura, fruto de un combate de boxeo ante el peso pluma Stanislavski.

El reflejo de los espejos que decoran la cafetería, nos vomitan dos jóvenes haciendo teatro del absurdo ante una máquina tragaperras, un trapo que recoge las migas de las palabras desechadas en nuestra entrevista y a un Juan Margallo, al que la rabiosa ternura de su personalidad,  le hacer rebotar una vieja imagen ya anacrónica,  post mórtem, cosechada bajo la censura de la risa.

 «Cuando el director me vio en la escuela y me dijo que si yo era el pesado que se presentó varias veces para un papel…me dio una oportunidad como figurante con dos frases… y hasta ahora»

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Javier Fernández de Molina

Javier Fernández de Molina nos recibe:

1.  Agazapado en el ovillo que desprende el humo de sus Ducados.

2.  Salpicado por el agua que brota del Guadiana  de su mural recién pintado en el Espacio COnvento.

3.  Invadido por la gota que recorre su rodilla en forma de cojera con sfumato.

4.  Escondido por la timidez de la bombilla.

5. Vacilante con el peso metalúrgico del catálogo de la exposición

6.  Despistado entre las equis que tachar en la agenda de Begoña

7.  Alejado de sus gafas, a centímetros de distancia entre sus ojos y las dioptrías acumuladas por el óleo.

8. Adaguerrotipado por las instantáneas de la caja negra de su vuelo artístico

9. Preocupado por los brillos de la luz sobre los cristales de sus obras. Algunos gatos le maúllan, gritan y orientan a su creador en su subida por la escalera hacia la zona del Gastro Club.

9 bis. Nostálgico de sus inicios en la Escuela de Artes y Oficios de Badajoz con sólo nueve años de vida.

10. Sonriente. Vivo. Cómplice. Polifemo. Inquieto. Activo. Complaciente. Cómico. Artista. Pintor.

Elijan la que quieran. Sólo la primera y la última son correctas. Ninguna es válida. Todas son ciertas. Tienen una hora. Saquen sus pinceles y comiencen la entrevista.

«Yo viví la época donde vivíamos en el río, íbamos a pescar, a bañarnos, vivíamos con el Guadiana. Actualmente vivo casi en la orilla y es lógico que esté en mis series»

Imán de Badajoz

Adel Mohamed Najjar abandona su Palestina natal para formarse académicamente, para adquirir un nivel cultural, que con los conflictos en Gaza, de donde es originario, resultaría muy difícil llevarlos a cabo (Ahora mismo, Adel Naijar se encuentra sin poder salir de Gaza porque la frontera permanece cerrada desde hace meses). Con un proyecto como médico por finalizar, con el objetivo de  atender la salud de los demás, Adel vira de proyecto y se decanta por otra atención, la espiritual y colectiva, la de los humildes ciudadanos de un barrio pacense, la salud del día a día. Adoptado por el Gurugú y amamantado por la margen derecha del Guadiana, el Imán de Badajoz nos recibe con una sonrisa imponente, una perenne sonrisa que se mantendrá durante toda la entrevista. Olvidamos entre un Corán y muchos vasos de té lo sucedido en París, olvidamos esos ignominiosos desenlaces fundamentalistas recordando la amabilidad y el respeto del islam más puro y profundo. El que Adel Naijar cada día cimenta con tesón y cariño desde una pequeña pero participativa mezquita pacense.

«Si queréis saber cómo está considerada la mujer en la cultura islámica, no tenéis que venir a preguntar al Imán de la mezquita, tenéis que ir directamente a ella sobre sus derechos. Necesitan ser escuchadas y son libres para decir lo que deseen»

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Cira y Ulises

Tato utiliza su beatboxing para llamarnos con su rotunda voz. Es aquí,nos grita. Pasábamos de largo por unos de los estudios musicales con mayor proyección de la región; ZEROdb. Una casa reformada con sala de grabación y zona de producción musical.  Acogedora y con todo lo necesario para la extraer la mejor alquimia de la música.

Óliver nos enseña la zona de trabajo. Muchos años en el mundo de la música y aun así sigue aprendiendo de los músicos. Lo dice él y lo demuestra la calidad y elegancia de los trabajos discográficos realizados junto a Gecko Turner, Julien Elsie (la música que suena en el estudio) o a los chicos que nos esperan para la entrevista; Cira y Ulises.

Los hermanos acaban de grabar disco, un disco de seis canciones, La Evolución del insecto, un disco donde aparecen los padres de las criaturas en la portada, los pilares musicales, culturales y sociales que han cimentado la forma de ser de ambos.

Cira y Ulises han aprovechado baches sentimentales para reencontrarse y esquilar letras juntos. Ulises y Cira han conjugado sus casas alquiladas en el cielo para abrir la puerta a la maldita bestia negra

El buen rollo se transmite, el Good Vibrations de los Beach Boys como banda sonora de Cira y la soledad  de un ambigú de emociones pululan por la guitarra de Ulises.

Fermín mientras sonríe, asiente con la cabeza y se deja llevar por un mecenazgo digno de encomio.

Y he visto todos los colores de las flores y he contado todas las estrellas y he sido una de ella (Enrique Fernández Medina)

«Nuestro padre nos embadurnó con su pedazo de discoteca, un legado cultural»

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Alejandro Pachón

El oxidado sonido del molino de viento, repetitivo y acompasado, el sonido del traqueteo del telégrafo, el puntal y nervioso goteo sobre un sombrero vaquero, un perro gimiendo, el crujir de los nudillos de una mano, el estresante sonido de una mosca, el chillido de la locomotora del tren, el jadeo de su caldera al estacionar, el click metálico de la carga de una pistola, la puerta oscilante de un vagón, pasos y espuelas masticando los tablones de  madera secos de las estación…el silencio y la melodía de una armónica. La banda sonora de Hasta que llegó su hora, doce minutos de sonidos, de tensión, de silencio, nada de música, sólo el vaivén orgásmico de Ennio Morricone sobre la obra maestra de Sergio Leone.

Alejandro Pachón, director del Festival Ibérico de Cinema, es el encargado de poner banda sonora, al más puro estilo Morricone, al guión que cada año la productora Tragaluz, y van 21ª ediciones, produce con mucho mimo. El mismo mimo y cuidado que Pachón ha puesto durante tanto tiempo a la hora de enseñar en la universidad a través de la humanidad que engloba el cine. Y en especial, la melódica pátina que cubre y tiñe las películas, sus bandas sonoras.

Leone, el director transalpino, hacía componer la música antes de rodar la película, la utilizaba durante el rodaje y el montaje. Era un material esencial para realizar su cine. Nunca dejó que Morricone leyese el guión para que hiciera la banda sonora…únicamente  le contaba la historia…las mismas historias que nos cuenta Alejandro Pachón en esta entrevista…suena el rec de la grabadora y el ruido que hace el obturador de la cámara de Félix en cada foto…silencio…habla el director.

«La banda sonora es el cemento de todo el esqueleto en off de la película, de todo lo que no está en pantalla»

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Fermín Solís

«Puedo decir que vivo de la ilustración»

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Javier Alcántara

La improvisación viene de la supervivencia, de sufrir y luchar, de la  lucha que otorga la esperanza, de la época de cuando se tocaba blues o jazz, cuando se cantaba en los campos de esclavos de algodón, cuando se generaban ritmos para tener esperanza. El jazz tiene que ver con la improvisación que nace del alma…

…Javier Alcántara improvisa algunos acordes sentado lo más cerca del cielo que se puede estar en la ciudad, la planta 15 de la torre Siglo XXI de Caja de Badajoz. Toca su guitarra elaborada de manera exquisita por un reconocido luthier de Nueva York. Suena un riff…algo que puede ser de Wes Montgomery o quizás de Django Reinhardt…suena la guitarra parida en  Gran Manzana con el Guadiana a vista de pájaro, con el ritmo serpenteante de un río esclavo de sus ciudades y pueblos…el músico me recuerda, mientras se prepara para la entrevista, que su primer contacto con el jazz fueron dos cintas de cassette, el A Love Supreme de John Coltrane y el Still Life (Talking) de Pat Metheny, cintas escuchadas en un walkman mientras hacía callos a sus dedos en Madrid, jazz en estado puro que le hicieron perder la cabeza y sobrevivir en la improvisación.

«El jazz tiene todos los elementos artísticos  para poder expresarte como persona y aportar tu parte creativa para poder ser uno mismo cuando se toca»

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